Con este ocurrente título se presenta León Nahuel Torres y aclara que su nombre en chino es 王南狮 y significa «el rey león del sur». Este egresado de Paleontología por la Universidad de Buenos Aires recibió una beca del Ministerio de Educación de la República Argentina y de China Scholarship Council para continuar sus estudios de maestría en China. Desde ese lejano lugar, en «las antípodas de su querido Partido de La Matanza», cuenta sus aventuras estudiando en chino y viajando por el país del río Amarillo.
«Gracias a la Beca Bilateral otorgada por los gobiernos de Argentina y China obtuve la oportunidad de continuar mi formación científica en el país que hoy en día es la punta de lanza del desarrollo científico-tecnológico. Es sorprendente que al considerar a China como un destino para seguir estudios académicos, pocas personas piensen en ciencia y tecnología, áreas en las que, sin lugar a duda, el país se destaca. En mi caso, aunque a partir de las publicaciones académicas podía notar que en China se estaba escribiendo la historia del desarrollo científico moderno, no podía saber que lo que me encontraría en la universidad sería tan increíble.
La Universidad de Jilin (吉林大学) es una de las diez más importantes de China, con miles de estudiantes y una decena de campus universitarios. Ubicada en la ciudad de Changchun (长春, literalmente «la ciudad de la larga primavera»), en el noreste del país, es un centro de investigación y formación como pocos en el mundo. La institución educativa es tan importante en la ciudad que un viejo dicho reza: “La Universidad de Jilin no está en la ciudad de Changchun, sino que la ciudad está adentro de la universidad”. No solo los campus gigantescos están centrados en el desarrollo, sino que toda la ciudad parece volcarse a la investigación y a la enseñanza.
En los campus la vida es muy cómoda, con hermosos paisajes y muchas áreas de servicios. La comida de la cantina estudiantil es muy variada, buscando satisfacer los gustos de toda China, y sorprendentemente barata. Todo está preparado para que estudiantes, docentes e investigadores puedan centrarse en su principal objetivo: la actividad académica. Sin embargo, como no todo es estudiar e investigar, las áreas deportivas son extensas, con todo tipo de canchas y barras de entrenamiento a las que suelo ir con amigos.
En el noreste de China los inviernos son especialmente fríos y alcanzan los -30 grados. No obstante, el sistema de calefacción central de todos los edificios de la universidad y las guerras de nieve en las calles hacen que olvidemos el frío. Durante los meses invernales la ciudad se viste de blanco y muestra una belleza que solo se revela a los valientes que se atreven a alcanzar estas latitudes.
Además de cursar las materias de mi maestría dictadas en lengua china -donde me formo con algunos de los mejores profesionales del mundo, ya que periódicamente destacados investigadores visitan el centro de investigación-, llevo a cabo mi propia investigación en Paleontología, el estudio de la vida del pasado. Mi especialidad es la Paleobotánica, el estudio de los restos de plantas fósiles, y estoy realizando el primer trabajo sobre madera petrificada en la ciudad de Changchun. Aquello que estos troncos fósiles nos cuentan servirá para predecir las condiciones climáticas en esta región, ya que se trata de árboles que con muchas dificultades soportaron la última Era de Hielo. En sus anillos de crecimiento encontré marcas de un evento traumático del pasado recurrente en el tiempo. Todo parece apuntar a que el volcán dormido Changbaishan, ubicado en la frontera entre China y Corea, a pocos kilómetros de Changchun, fue el responsable de empeorar las condiciones climáticas creando un pequeño invierno nuclear en la región. Un día ese volcán volverá a la actividad y, según todos los expertos, será uno de los más violentos del mundo. Mis troncos petrificados son testigos de su destrucción y nos ayudarán a estar preparados.
No solo me dedico a mi investigación y a mi maestría. Como paleontólogo profesional colaboro con investigaciones en diferentes partes de China. Por lo tanto, parte de mi trabajo es viajar por el país estudiando la vida del pasado. En la ciudad de Shenyang pude aprender las últimas técnicas en Dendrocronología Fósil, el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles fósiles. Luego, el equipo de investigación del que formo parte fue contratado por la Universidad de Beijing (北京大学) para liderar una expedición a la remota Provincia de Xinjiang. Mi director es especialista en la extinción del Permo-Triásico, la mayor extinción en masa que sufrió la Tierra hace 252 millones de años y que casi acaba con la vida en el planeta. Hospedados en un pueblo donde nunca habían visto un extranjero, trabajamos durante quince días entre las montañas para intentar comprender qué fue lo que casi extinguió la vida terrestre.
Al finalizar este aventura en la que se pudieron recopilar más de 800 kilogramos de fósiles, pude descansar un poco de la investigación científica viajando por las costas veraniegas del país. Desde la ciudad de Dalian, donde visité algunos de los mejores museos de la región, navegué por el mar Amarillo hasta Weihai, donde recorrí las costas de un mar salvaje en búsqueda de hermosas caracolas. De allí viajé en micro hasta la ciudad de Qingdao, famosa por su cerveza, donde aprendí de la historia de la colonización alemana y degusté la reconocida bebida. Cansado de un mes de viaje, tomé un tren de alta velocidad que me llevó a Changchun a 350 kilómetros por hora.
De regreso en la ciudad, la aventura no se detuvo. Se llevó a cabo el Congreso Internacional de la Geología del Noreste, donde presenté por primera vez frente a la comunidad científica los troncos petrificados, que captaron la atención de todos. Conocí decenas de colegas de todo el mundo y de diversas partes de China, y gané el premio a la mejor disertación.
La visita a la universidad de un experto francés en datación isotópica me permitió asistir a sus clases y juntos viajamos a la Prefectura Autónoma Coreana de Yanbian, que se encuentra en la Provincia de Jilin, en la frontera con Corea. Allí estudiamos los fósiles de un antiguo lago y recolectamos muestras para datarlas.
Posteriormente, con un equipo en representación de nuestra universidad, viajamos a la afamada ciudad de Xi’an, donde se encuentran los famosos Guerreros de Terracota, para asistir al Congreso Nacional de Paleobotánica. Allí presenté mi descubrimiento sobre la actividad del volcán en el pasado y obtuve un nuevo premio a la mejor presentación.
La Universidad de Jilin procura que todos los estudiantes, docentes e investigadores contemos con las herramientas necesarias para llevar a cabo nuestros estudios. Gracias a esto, pude aprender a usar el microscopio computarizado de alta resolución, pude usar por primera vez un microscopio electrónico de barrido y cuento con un subsidio especial de investigación que cubre todos los viajes y el material que necesite. La institución me cedió una oficina privada para que pueda trabajar cómodamente y adquirió costosas máquinas que me permiten trabajar. Ahora, tengo la responsabilidad de formar estudiantes chinos que ingresan a la universidad en las técnicas de investigación que aprendí de mi director y en cada uno de mis viajes.
Para complementar mi labor, participé de un programa de pasantías pagas. El Servicio Geológico de China y la petrolera Sinopec estaban comenzando la búsqueda de nuevos reservorios de gas y petróleo. Con muestras de las provincias de Xinjiang y Gansu, pude aplicar lo aprendido en mi formación en el estudio de polen y esporas fósiles de la Antártida Argentina realizada en la Universidad de Buenos Aires. El gas y el petróleo se forman a partir de la acumulación de restos de plantas fósiles, por lo que con pequeñas muestras estudiadas durante más de 170 horas en el microscopio y peligrosos ácidos en el laboratorio pude extraer polen y esporas fósiles de hace más de 200 millones de años y determinar si las rocas de las que provenían habían producido suficientes cantidades de hidrocarburos como para que fuera rentable explotar esos yacimientos.
Las aventuras no paran y mientras pasamos el frío invierno del noreste, envío resultados de investigaciones a tres de las más importantes revistas científicas de Paleontología y me preparo para continuar buscando fósiles en Changchun y en el norte del país en la primavera, cuando se derrita el permafrost. Nada de esto habría sido posible sin la Beca Bilateral del Ministerio de Educación de la Argentina y de China Scholarship Council. Me enteré de esta posibilidad académica a través de la Embajada de la República Popular China, con la ayuda de mi mamá, exbecaria de la Universidad de Jilin en 2008 y ahora docente e investigadora de la UBA sobre filosofía china. Sin la ayuda para el pasaje, el estipendio mensual para mis gastos diarios y el pago de la vivienda y la matrícula, jamás habría podido aspirar a investigar en una de las mejores universidades del mundo con larga tradición en Paleontología. Espero que mis aventuras sirvan para que otros jóvenes investigadores criollos se animen a viajar a las antípodas de nuestra cultura para colaborar y aprender en el país del río Amarillo que abre camino en la ciencia y la tecnología.»
Para conocer más sobre la esta beca y prepararte para la próxima convocatoria, ingresá aquí y si querés leer el testimonio de Joaquín, otro argentino que fue a estudiar Economía a ese país, accedé a este enlace.