La famosa casa -propiedad hoy de Zulemita Menem- ubicada en medio del desierto riojano- ícono de la década menemista, estuvo en venta por medio millón de dólares y no consiguió compradores según publicó el portal DataClave. En 2020, el Municipio se hizo cargo del mantenimiento de la vivienda deshabitada, a cambio de declararla de interés turístico. Por la pista de aterrizaje que se construyó en 1997 carretean no más de cinco avionetas por año. El pobre panorama no desalentó al Secretario de Turismo, Daniel Scioli quien, esta semana, decidió favorecer a la hija del expresidente con 800 mil dólares -mucho más que el valor de la casa- para remozarla con fines turísticos.
Es uno de los tantísimos pueblos perdidos en medio de lo agreste. Calor, sol, y la tierra cuarteada cuando no hay acequias. Hasta el murmullo de algunos animales parece lento. Cada tanto un auto levanta polvareda, que queda suspendida en el aire. Eso es Anillaco, donde viven 3200 personas que si no están jubiladas, subsisten gracias a los olivares o las viñas que dirigen dos o tres familias. La cultura prehispánica aún se respira, mezclada con las voces inmigrantes, especialmente de Siria y Líbano, que se afincaron a fines del Siglo XIX.
Pero por sobre toda su historia, se impone con ímpetu otro rasgo de identidad reciente: Carlos Saúl Menem. El hombre que nació y se crió en ese sitio y según sus dichos -incomprobables- allí fue «peón y viñatero, labrador y camionero» para luego ser gobernador, dos veces presidente y concluir sus días como senador. En el ingreso al pueblo una especie de ermita, una edificación pequeña, le rinde homenaje. Es una especie de despacho con un escritorio, la bandera provincial y la nacional, un cuadro de Perón y Evita y, sentado detrás del mueble, una escultura hecha en resina de tamaño natural reproduce la estampa del ciudadano más famoso, con tal detalle que hasta tiene su famoso anillo con una piedra negra. Es el «Paseo Cultural Presidente Menem», fundado en 2018 y que inauguró el mismo gobernador de entonces, Sergio Casas.
Una calle de Anillaco también lleva su nombre, como también una escuela, una escultura en la plaza central, y hasta una casa de comidas en la calle principal que, además, vende vinos con la etiqueta «Menem». Es un pueblo agradecido con la única persona popular que cruzó los confines del departamento de Castro Barros, donde además de Anillaco hay nueve localidades más que en conjunto, no suman en población mas que la que habita unas pocas manzanas de la Ciudad de Buenos Aires. El 2 de julio de 1930 nació allí Carlos Saúl Menem, cuando el paraje parecía olvidado de la mano de Dios, y quien hizo del lugar un paraíso personal cuando estaba en la cima de su poder, y también en su caída. Ese paraíso se llamó «La Rosadita».
Una casa y una pista de aterrizaje en medio de la nada
Menem no siempre fue hombre de fortuna. En sus comienzos tuvo el respaldo de su familia de origen, viñateros, y sobre todo de su familia política, los Yoma, pudo recién tener sus bienes propios cuando fue gobernador por primera vez, entre el 73 y el 76. Luego de la dictadura, volvió al gobierno provincial en 1983 y fue en ese tiempo que compró dos manzanas en Anillaco, un pueblo que de tan breve, ni siquiera tiene centro cívico.
El predio está a dos cuadras del cementerio y solo a cinco del otro extremo del poblado. La mayoría de las calles aún hoy, ni siquiera tienen nombre. Allí, sobre esas dos manzanas, comenzó la construcción de una casa que empezó siendo modesta, y se terminó de construir con toda pompa doce años después, en pleno apogeo de su poder.
Cuando el mundo parecía ser menemista, hasta Anillaco llegaban en procesión líderes y arribistas, empresarios y rastacueros, periodistas y vedettes y todos, en alegre montón, pretendían llevarse su parte de un queso que distribuía el Menem más hábil de todos. Tanto despliegue lo llevó a construir allí, en 1997 y en medio del desierto, una pista de aterrizaje a solo 800 metros de la puerta de su casa y de 2400 metros de longitud, idéntica a la del Aeroparque Jorge Newbery de Buenos Aires.
La pista de Anillaco fue uno de los emblemas del desparpajo y la corrupción de la década del noventa. Costó 1.2 millones de dólares de la época, y nunca estuvo bajo la jurisdicción del Órgano Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna). Hasta allí llegaba no solo el avión presidencial Tango 01 con ruidosa comitiva, sino también los aviones particulares de Carlos Spadone o de Alberto Gostanián y el argumento para tal construcción sobre terrenos fiscales es que de ese modo se propiciaría la industria agrícola y viñatera, cosa que jamás sucedió.
Luego de denuncias y causas judiciales, el juez Adolfo Bagnasco, que tuvo el caso, se declaró incompetente para dictaminar un presunto delito por el empleo de fondos federales en la construcción, y hasta un informe del Fondo Monetario Internacional intervino en la controversia: “El presidente de un país que hace construir un aeropuerto en su pequeña ciudad natal también se involucra en un acto de corrupción, aunque no implique pagos de sobornos”.
Aunque nunca se construyó la torre de control y el hangar proyectados, la pista fue operativa durante las horas nocturnas o jornadas de escasa visibilidad gracias al sistema de balizamiento donado por la empresa Aeropuertos Argentina 2000, justo después de lograr la concesión de una treintena de infraestructuras aéreas del país en el marco del proceso privatizador culminado en 1998. Hoy, la pista no tiene más actividad que la de recibir cinco o seis avionetas anuales, y su mantenimiento es paupérrimo.
A la casa construida, que comprende más de mil metros cuadrados de la construcción principal, una casa de huéspedes, una cancha de tenis y una piscina, la llamó «La Rosadita», casi como una sucursal de la Casa de Gobierno donde, ya retirado, reposaría el guerrero luego del apogeo y la cima. Ya solo y en caída, cuando la fiesta estaba en otra parte, pasó buena parte del 2003 en esa casa, cuando su hija decidió dejarlo entrar a la que era ya su propiedad.
Porque Carlos Menem no siempre tuvo acceso a «La Rosadita». La casa, si bien fue su proyecto y concreción, nunca estuvo a su nombre sino que es parte del patrimonio de la empresa Ondisur S.A., registrada en 1987 en Uruguay, primero a nombre de Zulema Fátima Yoma y luego traspasada a nombre de Zulema María Eva Menem. A esta empresa también pertenece la casa de la calle Echeverría 3535 del barrio de Belgrano, en la Ciudad de Buenos Aires, donde Menem pasó sus últimos días.
Por lo que Zulemita, como propietaria, en 2001 impidió que su padre ingresara a la propiedad y festejara allí su boda con Cecilia Bolocco, y la fiesta tuvo que hacerla en el poco glamoroso en el gimnasio del Club Polideportivo Anillaco y donde bajo un sol rajante y cuarenta grados de calor, comieron un locro como plato principal. La hija -primera dama- tampoco permitió que la pareja habitara la casa porteña, por lo que durante el primer tiempo y hasta caer preso, Bolocco y Menem vivieron en el Hotel Presidente de la avenida 9 de Julio.
En «La Rosadita», ya perdonado por la hija, improvisó un posible regreso al poder en 2005 y logró una banca de diputado que lo alejó de la condena a prisión. Menem visitó Anillaco, por última vez, en 2020. Cuando falleció, el intendente Marcelo Del Moral se ilusionó con que los restos del ex presidente descansaran en el cementerio del pueblo, ahí a pasos de «La Rosadita», y que eso trajera alguna comitiva que justificara la existencia de la única posada del pueblo, pero tampoco fue posible.
La venta que no fue y el museo que no se dio
El comienzo de siglo volvió a aquietar el polvo que se había levantado y suspendido en el aire durante la última década del anterior. La parsimonia volvió a cubrir todo con su manto. La famosa casa, entonces, se puso en venta en 2008. Su propietaria, Zulemita, pedía 800 mil dólares. Nadie ofertó un céntimo, ni siquiera los que antes de desvivían por pasar por allí aunque sea unas horas, y que en ese lapso tejieron negocios y poder. Bajó el precio a medio millón, pero tampoco. Al fin y al cabo quién querría, y para qué, una mansión en medio de la nada.
Los gastos de mantenimiento, mientras tanto, corrían por cuenta de su dueña legítima que, para entonces, ya contaba con una cuantiosa fortuna. La declaración jurada de la hija presidencial del año 2000 daba cuenta de propiedades en Buenos Aires, La Rioja y Miami, cuentas bancarias, acciones y una interminable serie de autos, joyas y vestidos.
Admitió bienes por casi 6 millones de dólares, divididos del siguiente modo: 1 millón en acciones y sociedades en el exterior, 4 millones en la Argentina y el resto en propiedades compradas a través de una sociedad anónima uruguaya, Ondisur. Solo con Ondisur no solo tenía las dos casas antes mencionadas, sino que declaraba también la propiedad de «Nuñez Automotores», la poderosísima agencia de autos que aún conserva.
En 2002 se le encontró una cuenta en Suiza que no había declarado y en la que guardaba 600 mil dólares, lo que le valió una causa. Se supuso, en ese momento, que solo era un botón de muestra de dineros mucho mayores y sin declarar. Algunos bienes figuraban a su nombre, otros estaban anotados por sociedades en las que ella tuvo alguna vinculación; muchos aparecían compartidos con su madre o incluso con su tío Emir.
Zulemita tuvo vinculación probada con unas cuantas firmas: la inmobiliaria Videncia S.A., el negocio de venta de motos Motohouse, el de venta de autos Toyota Núñez Autos, el de compra y venta de repuestos Karte S.A., y Charenn S.A., dedicado a la gastronomía. Un piso en Palacio Alcorta que le costó 250 mil dólares y en el que invirtió 400 mil más en remodelaciones tampoco aparecía en su declaración jurada de hace más de veinte años, a la que habría que sumar una enorme flota de autos de alta gama.
En los últimos veinte años, este alambique no paró de crecer. La fortuna es incalculable y difícil de demostrar para los herederos de Carlos Saúl Menem: Carlos Nair -el hijo que tuvo con la formoseña Marta Meza-, Máximo, con Bolocco, y Antonella Menem, la hija que tuvo Carlitos Jr. con Amalia Pinetta. Ninguno de los tres tuvo, y posiblemente nunca tenga, la posibilidad de acceder a la misma cantidad de bienes que la hermana mayor.
En esa última visita de Menem a Anillaco, anunció un acuerdo con el Municipio de Castro Barros, al que pertenece la localidad: «Nuestra casa quedará abierta para que la visiten y conozcan el pueblo donde nací. Su explotación estará a cargo de la Municipalidad gracias a un acuerdo que selló Zulemita, y se extiende hasta 2023″.
Un acuerdo que significaba un beneficio para la familia Menem, que dejaba de oblar por el mantenimiento de la propiedad, deshabitada desde dos años antes, y que demandaba el trabajo de diez personas, a cambio de dejar pasar turistas solo a la cancha de tenis, la piscina y el parque de la residencia. En los tres años, los escasos turistas no llegaron a la centena, aunque figura como sitio turístico oficial de la Provincia.
Y entonces llegó Scioli, el menemista de la primera hora
Si bien «no hay plata», el gobierno de Javier Milei y por un acuerdo de su delfín Daniel Scioli, invertirá u$s 800 mil para «poner en valor» a «La Rosadita», mucho más que su valor de venta.
El libertario no ahorra halagos al que considera el mejor presidente de la historia, Carlos Saúl Menem. Ya cumplió con un viejo anhelo de Zulemita al inaugurar el busto del riojano en Casa Rosada. Ahora, la Secretaría de turismo que dirige quien también fue funcionario menemista, pondrá ese dinero -negado a tantas otras cuestiones prioritarias- para remozar la casa de Anillaco con fines turísticos.
«Vamos a mejorar la señalización y reacondicionar algunos sectores con una inversión modesta. En esa zona se está planeando crear una «ruta del vino» similar a la de otras provincias como Mendoza. Trabajaremos con mi equipo de Turismo, con Lisandro Catalán, el nuevo secretario de Interior, y con la secretaría de Cultura para hacer el lugar más atractivo«, detalló Scioli.
Zulemita va por más, y pretende convertir el sitio en Museo, para lo que se requieren otras condiciones que por el momento, no están dadas; de cumplirse, sería Zulemita, a través de una Fundación creada ad hoc, quien también administre el dinero provisto por el Estado. Lo curioso es que en tiempos de anarco-capitalismo, no solo semejante monto salga del erario público sino, que además, no se contemple algo tan básicamente capitalista como eso de la oferta y demanda, lo público y lo privado, inversión y renta. Nuevamente el Estado, sosteniendo a la casta Menem y sus intereses personales.
FUENTE: DataClave