El titular del Ente de Turismo de Tucumán, Domingo Amaya, recorrió el templo del sur provincial, para conocer su estado y las necesidades de refacción.
Tucumán es historia y es tradición. Cada rincón, por más recóndito que sea, guarda importantes vestigios de sus antepasados. A poco más de 90 kilómetros de la capital se encuentra Villa Chicligasta. un paraje en el sur de la provincia; y entre medio de sus silenciosas calles se erige la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, un imponente edificio que data de 1797, y que los chicligasteños desean ver brillar como en sus días de gloria.
A ese lugar se dirigió el presidente del Ente Tucumán Turismo (ETT), Domingo Amaya. El funcionario estuvo acompañado por el delegado comunal Emilio González, por el legislador Marcelo Herrera y por el arquitecto Demetrio Asís, subsecretario de Obras y Servicios Públicos del Ministerio del Interior. Ahí estaba: de blanco y visiblemente en refacción, el icónico sitio de oración recibió a las autoridades. Se trata de una iglesia que, se estima, se construyó sobre las ruinas de una edificación anterior, en la que habría estado San Francisco Solano a alrededor del siglo XVI. El inmueble que se ve actualmente es de tipo iglesia virreinal, con una nave angosta y larga que se prolonga con su techo hacia el exterior.
A pesar de haber sido declarado Monumento Histórico Nacional en 1941, el tiempo hizo estragos y el deterioro sobre el espacio fue grande. Por ello es que se solicitó ayuda del ETT para coordinar acciones de restauración, conjuntamente con el gobierno provincial, con la comuna y posiblemente con la Iglesia. “Es el lugar en el que se criaron nuestros abuelos. Queremos que vuelva a funcionar”, aseguraron con lágrimas en los ojos los vecinos. “Es una satisfacción muy grande la de esta visita, y de que se trate de solucionar lo de la Iglesia. Es lo más importante del pueblo, lo más valioso que tenemos. Nos pone muy contentos que vuelva a brillar; hubo un tiempo en que estaba bien y es una lástima verla en el estado en que está todos los días. Te da ganas de llorar”, reflexionó González.
De siesta y con un sol veraniego, Amaya y sus acompañantes recorrieron el sitio para conocer la situación actual y las necesidades imperantes. Asis acompañó el recorrido y comentó que la primera etapa, la de eliminar los altos niveles de humedad del predio, ya está en marcha. “Eso no es nada grave; se debe al tiempo en que ha estado cerrada la iglesia. Lo más complicado es el campanario, que se ve que está desprendido. Debemos traer a otros ingenieros para hacer un diagnóstico para ver qué pasos seguir”, explicó durante la visita.
Afuera del templo los vecinos estaban expectantes. No podían creer que su espacio de oración podría volver a latir. Sueñan con que el sitio vuelva a funcionar antes del 2 de febrero, que es la fiesta de La Candelaria. “Estoy muy contento por esta visita y de que podamos ver las obras que son necesarias para avanzar en la restauración del templo. Es la reliquia de Villa Chicligasta y es son importantes la gestión que viene haciendo el delegado Emilio González, la decisión política de nuestro gobernador Osvaldo Jaldo de apoyar a cada una de las comunas en obras y la decisión del ministerio del interior Dario Monteros, que ha coordinado toda esta reunión clave para que empecemos a trabajar y hagamos un plan para recuperar este patrimonio que sí, es del pueblo, pero también de todos los tucumanos”, resaltó Amaya.
“Este es un lugar muy emblemático y tan caro al sentimiento de todos los chicligasteños y de los simoqueños. A esta Iglesia la queremos todos. Siempre venimos a pedirle y a agradecerle a nuestra Virgen de Candelaria […] es muy importante que, a corto plazo, podamos, con la comunidad religiosa, entrar y escuchar la misa ahí adentro”, consideró Herrera, que destacó el trabajo conjunto entre diversos actores del gobierno para lograr esta tarea.