A causa de la crisis sanitaria, casi 1.500 millones de alumnos –es decir, el 90% de la población escolar del mundo– no pueden asistir a la escuela (fuente: UNESCO). De repente, los centros de enseñanza han tenido que adaptarse al aprendizaje a distancia, lo que les ha obligado a imaginar otros métodos pedagógicos.
Poornima Luthra
Docente de la Escuela de Comercio de Copenhague, fundadora y consejera principal de TalentED, empresa de formación y asesoramiento con sede en Copenhague (Dinamarca).
Con más de un tercio de la población del mundo confinada a causa del COVID-19, la crisis sanitaria ha generado trastornos sin precedentes en el sector educativo. Desde las guarderías hasta las universidades, las escuelas del mundo entero han tenido que cerrar sus puertas, lo que ha obligado a los docentes a buscar métodos didácticos alternativos. Es posible que esta situación deje una huella duradera.
“Los efectos del COVID-19 sobre los alumnos se dejarán sentir a escala mundial, por lo menos mientras no exista una vacuna accesible a todos”, advierte Amy Valentine, directora ejecutiva de Future of School(link is external), una organización caritativa estadounidense, que apoya a los modelos escolares innovadores. “La manera en que los sistemas y distritos escolares han reaccionado ante la crisis repercutirá sobre los alumnos en el momento en que estos avancen al grado siguiente, tanto si están preparados como si no”.
Inquietan especialmente sus consecuencias sobre la salud mental de los alumnos, que se han visto privados de los contactos y los hábitos de la escuela. Incluso los miembros de las generaciones Z (nacidos entre 1996 y 2015) y Alpha (nacidos a partir de 2015), que están saturados de tecnología, tienen una necesidad esencial de contacto social y experiencias físicas, lejos de sus aparatos. Ese es, sin duda, el mayor reto que los educadores han tenido que afrontar en las plataformas informáticas. “El contacto humano es importante en el contexto educativo, sobre todo entre los adolescentes”, insiste un docente de secundaria que ejerce en Singapur. “Por lo general, los estudiantes prefieren asistir a la escuela para sentirse miembros de una comunidad que estructura su aprendizaje”.
Habida cuenta de las exigencias del distanciamiento físico, pasará algún tiempo antes de que los intercambios sociales recuperen la intensidad que tenían antes del COVID-19. Los efectos de la pandemia sobre las actuales generaciones de alumnos podrían dejarse sentir durante años. “Cuando la vida escolar haya recuperado su ritmo normal, los educadores tendrán una ardua tarea por delante: deberán superar los retrasos, llenar las lagunas y proporcionar más apoyo social y emocional a los alumnos que lo necesiten”, señala Sarita Somaya, docente de primaria en un colegio internacional de Singapur.
En el mundo entero, son cada vez más numerosos los niños que reciben en la escuela la única comida abundante del día. El cierre de los colegios les obligó a buscar otras opciones, que a menudo no han encontrado. Según Gayathri Tirthapura, cofundadora y administradora del Tejasvita Trust(link is external) (organización con sede en Bangalore que proporciona educación a las comunidades desfavorecidas del sur de la India), “las familias tienen dificultades para financiar tres comidas al día y dependen de donantes privados y programas de ayuda creados por el gobierno”.
Diplomas entregados a robots
Una de las lecciones aprendidas en la crisis es que, a pesar de un contexto muy difícil, los centros de enseñanza del mundo entero han logrado hallar medios creativos e innovadores de responder a los desafíos que plantea el COVID-19, desde la entrega de diplomas universitarios a robots que los reciben en nombre de los estudiantes en Japón, hasta el uso de sombreros de distanciamiento social en China. Los docentes también deben mostrar creatividad en la elaboración de contenidos que les permitan explicar las clases de manera atractiva en todas las plataformas informáticas disponibles.
Para suplir la ausencia de contacto social, algunas escuelas han concebido actividades temáticas para suscitar la participación de los alumnos, tales como picnics virtuales con sus compañeros de clase. En las zonas rurales, ha habido que inventar otros procedimientos para garantizar la participación de los estudiantes, con frecuencia mediante mensajes de texto o llamadas a través de los teléfonos móviles de los padres. En los lugares donde los niños ni siquiera disponen de un lápiz en el hogar –por no hablar de un ordenador– ha sido preciso encontrar nuevos métodos pedagógicos.
En países como Estados Unidos, Nueva Zelandia o el Reino Unido, se han realizado esfuerzos para que los niños desfavorecidos puedan disponer de ordenadores portátiles, tabletas informáticas o puntos de conexión para móviles. En la India, el equipo de Gurushala, un portal de aprendizaje que propone una formación en informática a los docentes y de contenido a los alumnos, explica que “el acceso a la educación nunca ha sido sencillo para los niños indios de los grupos desfavorecidos. Mediante la penetración de la telefonía móvil y la Internet, que aumentan cada día, la tecnología está ahora en primera línea”.
¿El final del trabajo colectivo?
¿Pero, a largo plazo, cuáles serán las consecuencias de la crisis sanitaria sobre la educación? “Las aulas de primaria han adquirido un aspecto aséptico -prohibición de compartir, de usar recursos comunes o de trabajar en equipo, apasionándose por una experiencia científica-. ¿Se trata del fin del trabajo colectivo y del taller rotatorio? ¿Volveremos a ver aulas con el docente de pie ante la pizarra y los alumnos sentados todo el día frente a él?, se pregunta Taryn Hansen, maestra de primaria de Perth, en el Estado de Australia Occidental, donde las escuelas volvieron a funcionar a finales de abril.
En opinión de Sankalp Chaturvedi, profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Empresariales del Imperial College de Londres, “la enseñanza superior en las aulas va a continuar. Pero los estudiantes habrán adquirido la costumbre de alternarla con la formación en línea, algo que no era tan obvio antes del confinamiento”.
“Es posible que el episodio del COVID-19 trastorne las cosas y las oriente en el buen sentido”, predice Sandy Mackenzie, director de la Escuela Internacional de Copenhague. Eso podría llevar “a que las escuelas se despojaran de todo lo obsoleto, empezaran a usar eficazmente la tecnología y facilitaran a los educadores las competencias que las nuevas generaciones necesitarán para los próximos decenios”.
Una reducción de las desigualdades en la educación
El uso de la informática supone el acceso generalizado a esa tecnología. Sin embargo, la pandemia ha puesto de relieve las desigualdades de ámbito mundial en materia de calidad y acceso a la educación, y las dimensiones de la brecha informática, incluso en los países más desarrollados. Puesto que solamente el 60% de la población mundial tenía acceso a Internet antes de la pandemia, los gobiernos, los editores, los proveedores de tecnología y los operadores de redes tuvieron que aunar esfuerzos para que los educadores pudieran proporcionar enseñanza en línea al mayor número posible de alumnos.
Uno de los programas resultantes de ese esfuerzo fue Pasaporte de aprendizaje(link is external), una plataforma digital de aprendizaje a distancia elaborada inicialmente para niños desplazados y refugiados, gracias a una iniciativa conjunta de la empresa Microsoft y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). El proyecto, cuyo lanzamiento piloto estaba previsto para 2020, y que ya se había probado con niños de Kosovo, Timor Leste y Ucrania, se extendió rápidamente a escuelas del mundo entero que habían sido clausuradas por la pandemia. A partir de ahora, todos los países que cuenten con un programa de estudios que pueda impartirse en Internet podrán acceder a su contenido, gracias a manuales y vídeos en línea, complementados con un apoyo suplementario para los padres de alumnos que padezcan dificultades de aprendizaje.
A fin de hacer posible la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS4(link is external)) de las Naciones Unidas en los próximos diez años, se espera que un mayor número de centros públicos y privados colaboren para lograr que los sistemas educativos lleguen a ser más resistentes, más integradores y más equitativos para todos.
Replantearse la función del docente
El desarrollo de la educación a distancia obligó a los docentes a reflexionar de manera creativa sobre los contenidos y los métodos idóneos de impartir enseñanza en línea y a replantearse la función del educador, al tiempo que se añadía valor a lo que se enseñaba.
Esta experiencia nos ha demostrado también que existe un potencial de flexibilidad en la forma de impartir la enseñanza –creando alternativas a las estructuras y los formatos educativos tradicionales–. Los docentes y los padres comprobaron que algunos alumnos se adaptaban muy bien a esos modelos. Sería posible concebir versiones más refinadas y opciones mixtas para los estudiantes que prefieran esa modalidad de formación.
Si la crisis ha obligado a reexaminar algunos aspectos de la cultura digital, también ha puesto de relieve la necesidad de replantear la enseñanza de las generaciones venideras. Esta reflexión se nutre de investigaciones efectuadas recientemente por el Foro Económico Mundial(link is external) y otras organizaciones, relativas a las competencias que necesitarán los trabajadores de mañana, entre otras, competencias cognitivas más complejas, tales como el espíritu empresarial, la creatividad y la innovación, pero también competencias vinculadas a la inteligencia social y emocional, tales como la resiliencia, la adaptabilidad y el espíritu de crecimiento.
Para hacer frente en el futuro a los desafíos mundiales más urgentes, la educación deberá centrarse en la adquisición de esas competencias.
Esta pandemia marca un hito en la historia de la humanidad. Ha llegado el momento de replantear a fondo la educación que recibirán las generaciones venideras en el mundo de la pospandemia. Esa tarea exige un esfuerzo colectivo de todos los interesados, para reflexionar de manera seria y concienzuda sobre esos temas, con el fin de adoptar las medidas necesarias para darles respuestas.
Descubra la Coalición Mundial para la Educación, una alianza multisectorial presentada por la UNESCO con el objetivo de proporcionar una educación a distancia adaptada a todos los educandos durante la crisis sanitaria.
Fuente: UNESCO