Su testimonio fue clave para que se reconociera como un genocidio la matanza de 400 indígenas del Chaco en 1924.
El Ministerio de Cultura expresa su hondo pesar por el fallecimiento de Rosa Grilo, última sobreviviente de la matanza de Napalpí, en la que fueron asesinados más de 400 integrantes de las comunidades Qom y Moqoit.
En 2014, el Estado argentino comenzó a investigar los delitos de lesa humanidad cometidos en Napalpí y solicitó la apertura de un Juicio por la Verdad, debido a que todos los eventuales culpables ya habían muerto. Estos juicios no tienen consecuencias penales, sino que están enmarcados dentro del compromiso que tiene el Estado frente a la comunidad internacional de investigar y perseguir todas aquellas violaciones graves a los derechos humanos.
El testimonio de Rosa Grilo fue fundamental en ese juicio a la verdad que resolvió la responsabilidad del Estado Nacional en la masacre y consideró que se trató de crímenes de lesa humanidad, cometidos en el marco de un proceso de genocidio de los pueblos indígenas.
Allí se declaró como probados los delitos de homicidio agravado y reducción a la servidumbre de entre 400 y 500 miembros de las comunidades Qom y Moqoit, y se dispusieron medidas de reparación en beneficio de las comunidades.
La muerte de Grilo se dio a conocer hoy pero ocurrió ayer, según lo confirmaron sus familiares que vivían junto a ella en la zona rural Lote 40 de «El Martillo», ubicada a unos 30 kilómetros de la Planta Urbana de la localidad de Colonia Aborigen.
Su testimonio fue clave en la causa judicial que, casi un siglo después, culminó el año pasado con una condena al Estado Nacional por “genocidio”. En este crimen de lesa humanidad fueron asesinados el padre y varios familiares de Rosa.
El testimonio de Rosa Grilo (Fuente: fiscales.gob.ar)
En 2018 la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal de Resistencia entrevistó a Rosa Grilo como parte de las investigaciones:
“Yo era niña, pero no tan chica, por eso recuerdo. Cuando la reducción, mi abuelo cazaba cualquier bichito para rebuscarse. Es muy triste para mí porque mataron a mi papá y casi no me quiero acordar, porque me hace doler el corazón. Un avión de arriba tiraba bolsas y caían al piso y ahí los mataban. Mi abuelo y mi mamá gritaban disparemos, disparemos. No sé por qué mataron a muchos niños y grandes, fue mucho el sufrimiento. Nosotros disparamos en el monte porque queríamos vivir. Ahí comíamos algarrobo y cualquier fruto de los árboles y tomábamos agua de los cardos. Mi mama me contó que lo mataron a mi papá. No quiero ver que se repita. Duelen estas cosas. Cómo uno no va sentir la familia. Mi abuelo se llamó Francisco Grilo y mi mama Antonia Grilo. Nunca se habló de lo que pasó, recién ahora se habla».
La historia de la masacre de Napalpí
En 1882 se iniciaron lo que se llamó las reducciones indígenas por parte del Estado. Las tierras donde habitaban las comunidades fueron vendidas a colonos europeos, quienes las destinaron a la producción agrícola, y Chaco se convirtió en la productora nacional de algodón. En 1924, el estanciero algodonero y político radical Fernando Centeno fue nombrado gobernador por el presidente Marcelo T. Alvear. Las autoridades provinciales dispusieron que los indígenas debían entregar el 15 % de su producción de algodón. Frente a esta nueva medida, sumado a las condiciones de semi esclavitud que venía sufriendo la población, en julio de 1924 las comunidades Qom y Mocoví se declararon en huelga y se concentraron para reclamar por mejores condiciones de trabajo. Como respuesta, los efectivos y los civiles comandados por el gobernador Centeno dispararon con fusiles sobre los hombres, mujeres, ancianos, niñas y niños que se encontraban reunidos; y luego remataron, mutilaron y enterraron en fosas comunes a las víctimas, y persiguieron y hostigaron a quienes sobrevivieron.
Se estima que hubo más de 400 muertos.