La restauración de la histórico edificio construído en 1916 está avanzada en un 75%. Ubicada en la esquina de la avenidas Rivadavia y Callao, la confitería podría ser visitada por el público a partir de julio próximo, después de 23 años cerrada.
Tras dos años de restauración del mítico edificio Del Molino, su torre y cúpula lucen ahora como en su etapa inaugural y como no lo vieron ni siquiera los más añosos habitués: con sus ocho vitrales, sus esculturas de leones alados, su remate aguja y sus aspas devueltos a nuevo, un conjunto que muestra su mejor versión por las noches, cuando el vidrio se ilumina y las paletas coloreadas por una luz roja comienzan a girar.
Además, ya se quitaron los 1.800 metros cuadrados de andamios que cubrían su fachada, cuyo remozamiento se puede admirar en toda su magnitud.
«En el caso de La Confitería Del Molino, la restauración está avanzada en un 75%, pero hay que recordar que el edificio tiene casi 8.000 metros cuadrados y la confitería es solo un tercio», dijo a Télam Ricardo Angelucci, secretario administrativo de la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino.
«En el resto (del edificio, compuesto en total por cinco pisos y tres subsuelos), el estado es muy variable porque lo recibimos también en condiciones muy distintas. Hay partes muy conservadas y otras destruidas«, agregó.
Además de concluir lo que falta -planta baja, marquesina y ascensores-, la meta es que para el mes de julio próximo esté en marcha un programa periódico de visitas guiadas que incluyan la terraza y la cúpula, y que la confitería ya tenga concesionario asignado para que vuelva a abrir sus puertas tras 23 años tapiadas.
«Si todo funcionara bien, en el transcurso del 2021 en que el edificio cumple 105 años, tendríamos que poder avanzar en la concesión, pero la apertura ya dependerá del inversor privado», dijo.
Es que, como el resto del funcionamiento de la sociedad, dependerá de la pandemia.
«Es muy difícil hablar de tiempos de apertura, porque es difícil encarar una inversión de esta magnitud en la pandemia y cuando los bares ya habilitados estuvieron cerrados o al borde de cerrar», señaló Angelucci.
Con más de un siglo de historia
Terminado en 1916 bajo la dirección del afamado arquitecto italiano Francisco Gianotti (1881-1967), el edificio y confitería Del Molino fue expropiado en 2014 y transferido al Congreso de la Nación en virtud de una ley votada por este mismo cuerpo legislativo, en cuyo interior se creó la Comisión Bicameral Administradora del Edificio encargada de su restauració
La Ley 27.009 dispuso que «el subsuelo y planta baja deberán ser concesionados como confitería, restaurante, pastelería o cualquier uso afín», mientras que el resto del inmueble albergará «un museo dedicado a la historia de la confitería» y «un centro cultural a denominarse ‘De las Aspas’ dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes».
Y en la restauración de la que participan unas 100 personas, «hay determinados componentes que han sido hitos o perlas» en este proceso, como es el caso de «las aspas y los vitrales».
«El que nació en la época moderna, nunca los había visto en su estado original. Nosotros creemos que los vitrales no llegaron así a 1960 porque de ese año en adelante no tenemos registro de los paños completos. Y las aspas igual», dijo.
En el caso del molino, «las aspas son las originales y el motor también», pero para volver a ponerlo en funcionamiento «hubo que hacer piezas con torneado, porque no existen más».
Respecto de la iluminación, fue un episodio del noticiero para cine «Sucesos Argentinos» el que aportó más datos porque «no sabíamos de qué color era».
El color rojo que allí advirtieron y copiaron, «puede ser una evocación al Moulin Rouge» de París pero también puede ser que temporalmente haya tenido ese color por «la época de fiestas», por eso «lo seguimos investigando».
En sus años de gloria, las aspas «funcionaban intermitentemente los fines de semana y algunas días particulares, como las fiestas» y eso en parte se respetará ahora.»Las estamos prendiendo algunas horas a la noche desde el fin de semana de Navidad, que hicimos la prueba final. Ese día, la gente paraba para verlo y sacaba fotos, algunos lloraban», contó.
La recuperación de los vitrales también fue un trabajo de hormiga, debido a que, «a partir de pedacitos de vitrales, de las fotos que nos acercó gente y el trabajo de una diseñadora que expandió lo que veía, se rearmó el dibujo en tamaño natural y luego un equipo de vitralistas lo reconstruyó vidrio por vidrio», contó.
En relación al museo sobre el Edificio Del Molino que se construirá en los niveles superiores, Angelucci señaló que la idea es que dé cuenta tanto de la vida de la Confitería -de la que se recuperaron 20 máquinas históricas y miles de moldes de pastelería– como «de la sociedad» de su época de esplendor, y para eso «se va a recrear también alguno de los departamentos»
Angelucci recuerda que cuando recibió las llaves y entró al edificio por primera vez el 2 de julio de 2018, el estado era deplorable y cuatro de sus departamentos estaban intrusados por ex inquilinos a los que habían dejado de cobrarle el alquiler por el estado de abandono en que se encontraban las viviendas, con humedad, goteras y constantes cortes de agua y luz.
Uno de sus últimos ex inquilinos, Daniel Espinoza García, filmó allí gran parte su película «Las Aspas del Molino» (2014) que da cuenta de su estado antes de la restauración.
«Este es un edificio que tiene 105 años y muchas características estructurales son inadecuadas para las exigencias actuales. Por esto estamos haciendo con Edesur una subestación eléctrica y tanto las cocinas como los hornos históricos serán reemplazados por cuestiones de costo y seguridad, aunque los originales serán conservados y restaurados», dijo.
Ubicado en la intersección de Avenida Rivadavia y Callao, el edificio posee cinco pisos y una azotea con mirador privilegiado y acceso a la torre con cúpula donde «la idea es que funcione otro espacio gastronómico», de los denominados «rooftop bar».
Los tres subsuelos eran ocupados por la Confitería que tenía en los sótanos los talleres de producción, los hornos, las máquinas y el depósito; y lo mismo con la planta baja –donde funcionaba el salón de ventas y bar- y el primer piso, donde estaban los tres salones de fiesta.
En tanto, las plantas del segundo al quinto piso eran ocupados por departamentos residenciales.
«Yo destaco que se trata de una política pública que tuvo continuidad institucional; y que es un proceso de restauración y reconstrucción colectiva, donde es muy importante el rol de la gente se acerca a dar testimonios», aseguró Angelucci.
Fuente: Télam