El embajador argentino en España, Ricardo Alfonsín, recibió el galardón otorgado por la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España (AMIThE) en nombre de nuestro país.
El viernes 23 el embajador argentino en España, Ricardo Alfonsín, recibió en nombre de nuestro país y del Teatro Nacional Cervantes el Premio Internacional Gregorio Arcos que otorga la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España (AMIThE) a la conservación del patrimonio teatral.
Este reconocimiento es un galardón único en su género en España y singular a nivel mundial, que nació en recuerdo del patriarca de la cuchillería en Albacete, Gregorio Arcos, para distinguir una acción institucional o personal de protección del patrimonio teatral español.
Entre los fundamentos del premio, la AMIThE reconoce “extraordinaria conservación y belleza” del Teatro Cervantes y su vinculación con la cultura de España, ya que fue inaugurado por la gran actriz española María Guerrero y su marido, Fernando Díaz de Mendoza hace más de 100 años.
El embajador argentino agradeció la entrega del galardón «porque el Teatro Cervantes es uno de los principales espacios escénicos de mi país y, además, tiene unos vínculos muy estrechos con España».
En las anteriores ediciones recibieron esta distinción el Teatro Pérez Galdós de las Palmas de Gran Canaria (2021); el Teatro Montaslvo de Cerderilla (2019); el Teatro Real de Madrid (2018); el Teatro Calderón de Madrid (2017); la Asociación del Teatro Victoria de Hellín (2016) y el Diario ABC (2014) entre otros notables edificios. Los premios se entregarán en la gala del 24 de septiembre a las 19 h en el Teatro Circo de Albacete de España.
La actriz, directora y empresaria teatral española María Ana de Jesús Guerrero Torija, más conocida como María Guerrero (1867-1928), siempre soñó con dirigir y actuar en un teatro esplendoroso. Le rogaba a su padre que por favor comprase el Teatro de Madrid, pero no tuvo éxito. Fue recién cuando se casó con Fernando Díaz de Mendoza, otro amante de las artes escénicas, que pudo concretar ese deseo sin límites de construir un espacio magnífico y bello por donde se lo mire. Y lo construyeron en Buenos Aires.
Inspirada en la arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares (construida entre 1514 y 1533), cada rincón de España se puso a trabajar y embarcaron azulejos, telones, maderas y mármoles. Diez ciudades y setecientas personas trabajaron en el proyecto. La intención era reproducir un estilo renacentista y copiar la mayor cantidad de modelos clásicos que existían en distintos edificios de España.
Viviendo en un pequeño sector de aquel edificio en obra, invirtieron todos sus ahorros, préstamos y aportes voluntarios de los prestigiosos círculos sociales, financieros y artísticos de Buenos Aires. El matrimonio Guerrero y Díaz de Mendoza -junto con sus tres hijos Fernando, Carlos y María, que también formaban parte de la compañía- levantaron aquel teatro anhelado al que decidieron llamar Teatro Cervantes, en homenaje al mentor del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
En 1918 fue cuando el matrimonio le encargó a los arquitectos Aranda y Repetto la construcción del Teatro, en un terreno ubicado en la esquina de Libertad y Córdoba. Buscaban que fuera “no sólo una sala de espectáculos, sino un monumento de belleza a la gloria del arte español, una síntesis del solar de la raza”. La construcción comenzó en 1920; y la grandiosa fiesta de inauguración, exactamente hace cien años: el 5 de septiembre de 1921.
La sala principal se creó para que sea el verdadero corazón del teatro. Tiene el diseño del teatro clásico en forma de herradura y actualmente una capacidad para 870 espectadores en total, distribuidos en una platea para 400 personas y cinco niveles alternando palcos bajos, balcón y altos, la tertulia, el paraíso y la barra. Ese corazón hoy se llama Sala María Guerrero.
El 5 de septiembre se realizó la gran fiesta de inauguración del Teatro Cervantes y fue tapa de todos los diarios de la época. El evento constituyó un verdadero acontecimiento cultural y social que convocó a los artistas, intelectuales y políticos más influyentes de principios de siglo.
Las palabras de apertura estuvieron a cargo de Fernando Díaz de Mendoza, quién leyó los versos del autor español Eduardo Marquina.
“Nuestro hijo vive, desde este momento, por vosotros; palpitáis en sus entrañas; le dais con el alma, el sentimiento: oíd, en lo que callamos, lo que hemos de decir… Vive él; los que lo soñamos ya no podemos morir”.
La fiesta duró dos días, ya la noche anterior “los fundadores ofrecieron una fiesta de beneficencia en la sala, organizada por las damas de la sociedad porteña; té y baile que se prolongó hasta pasadas las 21 horas, con la platea elevada al nivel del escenario” cuenta la historiadora Beatriz Seibel en su libro «Historia del Teatro Nacional Cervantes (1921-2010)».
«La dama boba», de Lope de Vega, interpretada por la mismísima María Guerrero, fue la primera obra con que se abrió el telón. La actriz y directora la eligió porque aquel libreto la había acompañado en los momentos más trascendentes de su vida.
Desde que abrió las puertas hasta 1926, el Teatro fue puro esplendor. Contaba con un repertorio incluía autores españoles, europeos clásicos y contemporáneos, como también obras de autores locales. Participaban compañías inglesa, francesas, rusas, alemanas, italianas que llenaban las salas con puestas en escena de obras dramáticas, sinfónicas clásicas, festivales a beneficios, conciertos con coros, orquesta, y baile de cierre. Además, los conciertos de música clásica eran transmitidos por radio, la novedad tecnológica del momento.
La programación del Teatro Cervantes era similar a la de otras salas de prestigio dedicadas al teatro europeo, como el Odeón, donde actuara durante muchas temporadas María Guerrero. En paralelo, desde 1920 en adelante se produce el florecimiento del teatro nacional, en que las compañías locales inician sus primeras giras por Europa y Latinoamérica.
La compañía María Guerrero-Díaz de Mendoza no solo estaba a cargo de la logística del teatro sino que también estrenaba sus obras, sobre todo durante los primeros tres años, ya que a fines de 1925 se desencadena una crisis económica irreversible. De 1925 a 1927, solo dos compañías nacionales actúan en el Cervantes.
Los altos costos de mantenimiento y la falta de habilidad para la administración de Fernando Díaz de Mendoza derivaron en un fuerte endeudamiento. En 1926, cuando la deuda alcanzó una suma millonaria, el matrimonio se vio obligado a rematar el edificio en una subasta pública.
La prensa del momento anticipaba que el Cervantes se convertiría en un casino y cabaret. Entre los amigos de María y Fernando se destacaba el autor argentino Enrique García Velloso que, en ese entonces, tenía el cargo de vicedirector del Conservatorio. Alborotado por los rumores, García Velloso intervino y planteó la posibilidad de convertir el Cervantes en sede del teatro oficial.
«Todos ustedes conocen esta soberbia casa de arte y todos están al cabo de las desventuras financieras que, desde antes de su terminación, pesaron sobre sus ilustres iniciadores y propietarios (…) El Teatro Cervantes está perdido para ellos. De un momento a otro se producirá el ‘crack’ definitivo y pensando dolorosamente que el magnífico teatro pase a manos mercenarias, aconsejo al gobierno nacional su rápida adquisición y su entrega a la Comisión de Bellas Artes».
Esta moción fue apoyada por artistas y personas vinculadas al teatro quienes solicitaron una audiencia con el presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear para promover la adquisición del Teatro por parte del gobierno.
El 16 de julio de 1926, el Banco Hipotecario Nacional vende en pública subasta el Teatro Cervantes y el teatro es adquirido por el Banco Nación. Hasta que el Congreso aprueba el contrato de compra del Teatro Cervantes, el Banco Nación da en arrendamiento el teatro por cinco años al gobierno. A partir de allí en el Cervantes se dictan todas las clases del Conservatorio Nacional, de música, danza y arte escénico.
En 1932 el Estado cancela la deuda al Banco Nación por la compra del Teatro Cervantes. El Cervantes se convierte en propiedad de todos los argentinos y argentinas.