El debate sobre las recientes modificaciones normativas impulsadas por la Administración de Parques Nacionales exige una mirada informada, con conocimiento de las dinámicas institucionales y del trabajo sostenido que durante años han llevado adelante distintos actores para construir un modelo de turismo sostenible, respetuoso y profesional en las áreas protegidas. En ese proceso, el rol de los guías de turismo ha sido (y debe seguir siendo) central.
El guiado profesional no es un accesorio del sistema, ni una carga burocrática. Es una expresión de responsabilidad, formación y compromiso con el visitante, con la conservación del ambiente y con las comunidades locales. Los guías son quienes, en el terreno, traducen la normativa en prácticas, vehiculizan el sentido de los parques, previenen impactos y enriquecen la experiencia turística desde el conocimiento y el respeto.
Resulta preocupante que, en nombre de una supuesta desregulación para favorecer inversiones, se debilite la figura de los guías y se deje librado a la decisión de cada prestador el incluirlos o no en las actividades turísticas convencionales. En aquellos destinos donde esta actividad se planifica de manera consciente y responsable, el turismo se entiende como una herramienta que debe beneficiar prioritariamente a los pobladores locales y a los visitantes. Esta medida va en dirección contraria, y resulta legítimo preguntarse cuál es la verdadera razón detrás de su implementación. Más aún, preocupa también que se avance sin estudios de impacto, sin instancias de diálogo y afectando directamente a quienes menos poder tienen para defenderse, pero más compromiso demuestran cada día.
Hay momentos en los que las decisiones técnicas deben ser también éticas. No todo lo que es legal es justo. No todo lo que es eficiente es bueno. El equilibrio entre el desarrollo y la protección de lo creado, entre la economía y el cuidado del entorno, no se logra desoyendo a quienes son parte activa del territorio, sino dialogando con ellos, reconociendo su saber y su experiencia.
La verdadera sabiduría técnica es aquella que se pone al servicio de una ecología integral, donde el ambiente, las personas y la cultura local se contemplan de manera indivisible. No se puede pensar en la mejora del sistema turístico si al mismo tiempo se debilita a quienes le dan sentido con su presencia en los senderos, con su palabra viva, con su tarea de mediadores entre la naturaleza y el visitante.
Es posible encontrar caminos alternativos que contemplen tanto la necesidad de mejorar procedimientos como el resguardo del rol de los profesionales del guiado. No se trata de oponerse a toda reforma, sino de advertir que hay valores y equilibrios que deben preservarse.
Comprender la importancia de cada eslabón en la cadena de valor turística es fundamental para aquellos que llevan adelante la dirección de nuestros emblemáticos parques nacionales. En ese entramado, el rol del guía profesional ha sido históricamente un pilar silencioso pero esencial. Tiene implicancias sobre la calidad del turismo que ofrecemos y sobre el trabajo cotidiano de muchas personas. Las dificultades que se han presentado en algunos destinos (y que también es justo destacar) se pueden resolver sin desarticular un sistema de gestión del turismo dentro de las áreas protegidas que ha sido reconocido en toda la región.
Estos cambios que alteran el equilibrio necesario dentro de las áreas protegidas merecen ser analizados con seriedad, responsabilidad y apertura al diálogo. Quienes formamos parte de esta actividad sabemos cuánto esfuerzo implica sostenerla con profesionalismo. Por eso, más allá de cualquier coyuntura, es importante cuidar tanto el entorno como a quienes con vocación y compromiso diario lo interpretan y acompañan. El turismo en áreas protegidas necesita reglas claras pero también necesita reconocer el verdadero valor de lo humano en su desarrollo.
Por Eduardo Cimolai / Profesional del Turismo