El pasado martes 15 de septiembre, como consecuencia de la escasa disponibilidad de divisas con las que cuenta el Banco Central, el gobierno nacional decidió aumentar las restricciones para el acceso a la moneda extranjera. Esta medida evidencia la intención de darle prioridad a aquellos sectores que la necesitan para comprar insumos y maquinarias para la producción y restringirla a quienes la utilizan como mecanismo de ahorro y/o para la compra de bienes y servicios del exterior. Es en este punto donde el turismo sentirá el impacto de la medida.
El problema de la administración de los dólares ha sido una constante en la historia argentina. Con momentos de mayor o menor margen de acción, la dificultad para recaudar las divisas que el país necesita para desarrollarse, siempre ha estado latente. En este sentido, a pesar de que se suele destacar que el turismo representa el cuarto complejo exportador, esa afirmación no es correcta si se la contrasta con la importante sangría de divisas que genera el turismo emisivo.
¿Es posible entender de manera escindida al turismo emisivo y al receptivo? Si la Ley Nacional de Turismo interpreta que “(e)l turismo receptivo es una actividad de exportación no tradicional para la generación de divisas”, ¿cómo debería interpretarse al turismo emisivo?¿No debería haber algún tipo de correlación entre los dólares que ingresan por turismo y los que se van? Quien no lo considere de esa manera, ¿de dónde cree que deberían salir las divisas para cubrir los gastos de los turistas argentinos en el exterior? De algún lugar tienen que salir.
Los argentinos, pero principalmente quienes actuamos en el sector, nos debemos esta discusión desde el año 2012. Para ello, es fundamental tener presente el siguiente gráfico, que muestra el resultado entre el gasto con tarjeta de los turistas extranjeros en la Argentina y de los argentinos en el exterior.
El déficit es realmente alarmante y nos permite reflexionar acerca de cual es la contrapartida de tener la libertad para irnos de viaje al exterior sin restricciones. Efectivamente esa libertad tiene un costo y alguien lo tiene que pagar.
Según se puede leer en el gráfico, en los 8 años que van de 2012 a 2019 el déficit de la balanza turística acumuló poco más de U$D 60.000 millones. Para tomar dimensión real del tamaño de la pérdida de divisas, esta cifra equivale a 110 meses de pago del programa ATP, por el cual el Estado paga el 50% del salario de todos los trabajadores del sector privado de la Argentina. Sí, representa más de 9 años de pago de este subsidio a las empresas.
Por otro lado, ¿qué sucedería si ese déficit se hubiese invertido en el turismo dentro de la Argentina? Para tener una referencia, el déficit de la balanza turística de 2019 fue igual al 70% del valor generado por el sector de hoteles y restaurantes de Argentina en el mismo año. Si esos recursos se hubiesen gastado en el turismo interno, el sector de hoteles y restaurantes hubiera generado más de 180 mil puestos de trabajo registrados.
Lo sucedido en la última temporada de verano nos brinda otro ejemplo de lo que sucede cuando se toman medidas para encarecer los viajes al exterior y potenciar el turismo dentro de la Argentina. La Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) dio cuenta de esto al resaltar, en un comunicado del mes de marzo, que la temporada 2020 fue récord. En la misiva destacan que viajaron 31,6 millones de personas, implicando un 7% de incremento frente a la temporada anterior. Además reconocieron un aumento del gasto del 5% en términos reales.
Para finalizar, el sector turístico no es un satélite que funciona de forma independiente al resto de la economía. Sino que constituye un engranaje más de la compleja maquinaria económica y el rol que cumpla tendrá la posibilidad de facilitar u obstaculizar su funcionamiento. Si queremos seguir teniendo la libertad de viajar y vender viajes irrestrictamente al exterior, tenemos que decidir quién va a pagar los costos. ¿Estamos dispuestos a dar el debate o seguiremos postergando (y agravando) la discusión?
Por Julián Cherkasky Rappa
Licenciado en Turismo (UNSAM)