Un grupo de guías de montaña y la Fundación San José Obrero se unieron para acercar a las familias de barrios vulnerables de la ciudad a los circuitos turísticos tradicionales.
El proyecto “Vamos a la montaña”, que tiene como objetivo que las familias de los barrios vulnerables del Alto de Bariloche disfruten de los circuitos turísticos pensados para las personas que pueden afrontar esos gastos, concretó su tercera salida.
La iniciativa surgió entre un grupo de guías de montaña y la Fundación San José Obrero, de la que forman parte más de 400 personas, y cuenta con el apoyo económico de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) para cubrir gastos de capacitaciones, guiadas y equipamiento.
En la cima del cerro San Martín, conocido también como “el Viejita”, se festeja con mates y bolas de nieve que pasan de un lado a otro.
Jorgelina y Ángela encuentran un hueco sin nieve entre las piedras y se sientan a descansar. Se conocieron en el taller de peluquería que cursan juntas en La Fábrica de Futuro, la escuela de gestión social e integración laboral del San José Obrero.
“La primera vez que subí, cuando fuimos al Campanario, creía que no iba a llegar, que no me daba el cuerpo. En la semana lo único que hago es caminar de la escuela a casa, a lo sumo hasta el barrio de mi suegra, desde Alborada hasta Nahuel Hue”, indica Jorgelina Vera, que nació en Formosa pero creció en Bariloche, donde se mudó con su familia hace veintidós años.
“Me encantaría que ellos también pudieran conocer estos lugares que tenemos tan cerca”, agrega y señala un cerro, a lo lejos, que le parece conocido.
“Ese se ve desde casa”, dice Jorgelina, quien ahora vive en el barrio Nahuel Hue con sus cuatro hijos adolescentes y su marido y se dedica a la peluquería y barbería a domicilio.
Aunque vive a pocos kilómetros del cerro Ventana, que mira desde su jardín, nunca se acercó a conocerlo. “No se me ocurre ir a ninguna montaña sola, me da miedo perderme y no poder volver”, explica.
Antes de empezar la caminata, ella estaba contracturada y pensó en no sumarse: “Estuve toda la semana con dolores de cabeza y de cervical, pero ahora me siento re bien”, dice antes de mirar a su amiga Ángela.
Ella vive en El Frutillar, otro de los barrios del Alto de la ciudad, y también es su primera vez en el cerro. Con curiosidad, las dos se suman a la ronda donde Francisca y Agustina, dos de las guías, explican cómo reconocer los senderos y las cumbres en un mapa topográfico.
El cerro San Martín, ubicado entre la ruta de acceso al cerro Catedral y el barrio Villa Los Coihues, tiene un desnivel de 332 metros desde el inicio del sendero y aunque el ascenso es corto -son cerca de tres kilómetros-, desde la cumbre se llega a ver el lago Nahuel Huapi, el cerro Otto, el lago Gutiérrez, el cerro Ventana y parte de la Pampa de Huenuleu donde están ubicados los barrios del Alto y la fundación San José Obrero.
“Para planificar los grupos le preguntamos a cada uno qué nivel tiene, si hace actividad física, y qué tiene ganas de hacer. También tenemos en cuenta la historia de cada persona, o si tiene algún problema de salud”, explicó Agustina Iglesias Louis, investigadora de Conicet y guía de trekking.
Precisó que la elección del cerro San Martín tuvo que ver con los diferentes senderos que tiene la montaña: «Está el camino de autos, con menos pendiente y menos riesgo, y el camino que va por la cara norte del cerro, que es más empinado”.
Del grupo de guías forman parte, además de Agustina, Francisca Bonacalza, Lucas Navarro y Nicolás Simari.
Los caminos están abiertos para personas mayores de 18 años -o menores acompañados por un adulto-, los grupos se dividen en Renault 4, para quienes prefieren un ascenso menos exigente, y 4×4, para los senderos con más dificultad.
Las excursiones anteriores fueron en marzo y en abril al cerro Campanario y al cerro Catedral, donde la mitad del grupo subió a través de los medios de elevación, mientras que la otra hizo el ascenso caminando.
Cuando Sebastián Fuentes, profesor de educación física, y Matías Fernández, profesor de Historia y coordinador de talleres en la fundación, empezaron con el proyecto, no pensaron que se pondría en marcha tan rápido.
“Cuando llegué a Bariloche lo primero que hice fue recorrer por todos lados. Después empecé a trabajar en una escuela y me di cuenta de gran parte de la gente de acá no lo hacía, entonces me pregunté por qué pasaba eso, y sucede que los chicos del Alto no se sienten parte del Parque Nacional, lo miran como algo que es para el que viene de afuera”, dijo Sebastián.
Relató que, cuando trabajaba en el cerro Catedral, tenía compañeros que a pesar de ser empleados del centro de esquí hacía más de cinco años, nunca habían subido a la cumbre: “Es una barrera simbólica que demuestra cómo todo Bariloche está pensado para el turista o para las personas que económicamente pueden afrontar esos gastos”.
“La singularidad de este proyecto es que es el primero que vincula una actividad turística con barrios vulnerables. Nos sorprendió la cercanía geográfica que hay entre los barrios y la montaña y lo lejos que estaban de poder acceder”, señaló a Télam Mariano Luongo, subsecretario de Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia.
El programa Activar de la Senaf, dentro del cual se enmarcó “Vamos a la montaña”, tiene como propósito acompañar proyectos de promoción de derechos que surjan desde el territorio donde se van a llevar a cabo.
“Hay más de cincuenta proyectos en todo el país, pero en senderismo es el primero y eso lo hace replicable no sólo en regiones de la Patagonia, sino también en otras provincias”, aseguró y agregó que “el derecho a divertirse y habitar los espacios de recreación es tan importante como otros derechos y todos deberíamos poder acceder”.
En Mar del Plata, la Secretaría apoya el proyecto Escuela de Mar y Playa, que conecta a chicos y chicas de barrios vulnerables de la ciudad con el surf y el deporte en el mar.
“Lo que buscamos es que más allá de la condición social todos los pibes y pibas del país tengan la oportunidad de habitar los espacios públicos y de instruirse en este tipo de actividades, así como en educación ambiental, algo que también es transversal al proyecto”, apuntó Luongo.
La próxima salida está programada para el cerro Otto, que también cuenta con diferentes tipos de senderos con mayor y menor dificultad.
“Tenemos muchos planes a futuro, desde articular con el taller de carpintería para poder construir nuestras propias raquetas, hasta armar una palestra en la fundación para que puedan aprender a escalar”, añadió el profesor Fuentes.
Fuente: Télam