A 10 años de que se declararan a las Cataratas como una de las Nuevas Siete Maravillas Naturales del Mundo, te contamos qué hacer en este mágico rincón de la Provincia de Misiones.
Qué visitar dentro del Parque, qué llevar y consejos varios para un recorrido súper completo:
No hace falta hacer un listado de motivos de por qué conocer el hogar de una de las siete maravillas naturales del mundo. No hace falta, pero tampoco daño. Es que la fuerza del agua de las Cataratas del Iguazú – desde el 2011 galardonadas mundialmente – y la excelente combinación entre el verde y las melodías de la selva, son capaces de convencer y enamorar a cualquier viajero.
Deslumbrarse con cada uno de los rincones del Parque Nacional Iguazú es una experiencia que apela a la sangre aventurera de turistas del mundo entero y pocas veces (por no decir nunca) se escapa de la brújula trotamundos.
Estamos hablando de más de 65 hectáreas de madre naturaleza en su máximo esplendor. Razón más que válida para sus miles de visitantes diarios. Por supuesto, la prioridad es conservar en perfectas condiciones sus entornos naturales y la enorme biodiversidad que lo habita, por eso solo 6 de esas hectáreas están habilitadas al paso del público. Pero son suficientes para aumentar nuestras pulsaciones y sacar sonrisas por las postales inolvidables. Ahora bien, ¿qué travesías se pueden hacer por aquí? ¿Con qué animales nos podemos cruzar? ¿Qué no nos podemos olvidar en nuestro equipaje de mano? Todo eso y muchísimo más en esta guía:
¿Qué experiencias se pueden hacer en el Parque Nacional Iguazú?
– Avistar la más colorida fauna y flora:
Safari fotográfico es su segundo nombre, pues por aquí sobran las oportunidades para retratar las más increíbles especies de la selva misionera.
Los recorridos más conocidos son el Paseo Inferior, el Superior, el Sendero Macuco y Yacaratiá. Solo contando las aves hay más de 418 clases que rondan por la zona. Algunas, incluso, no se pueden encontrar en ninguna otra parte del país. ¿Cuáles? Tucanes, yacutingas, vencejos de cascada, fruteros multicolores y águilas crestadas, entre otros. Hay colores, tamaños, vuelos y cánticos de todo tipo.
Además, miles de monos caí y coatíes son los protagonistas indiscutidos por su gracia y simpatía. También hay zorros de monte, lagartos, yacarés, cuises, agutíes y más. Pero la verdadera figurita, la más buscada y tan solo el rey de la selva rojiza es el yaguareté, un felino salvaje y ágil súper difícil de avistar.
En cuanto a la flora, y tal como en Tarzán, abundan las lianas, epífitas y helechos. Un rasgo único es el bosque de palmito y palo rosa que con sus 40 metros de altura se postula como uno de los más altos de la región.
– Bañarse y navegar las aguas más imponentes de Misiones:
Así como leés, las aguas del Río Iguazú no solo pueden verse desde arriba entre las pasarelas que se camuflan con el paisaje, sino que también es posible vivirlas bien de cerquita. De hecho, hay dos alternativas, una para cada tipo de viajero.
Por un lado, la Gran Aventura que tal como su nombre lo indica es el plan ideal para los más intrépidos. La adrenalina y las risas son moneda corriente en esta lancha que recorre algunas de las postales más hermosas de la zona y pasa, ni más ni menos, que por debajo de varios saltos. Por eso, la fórmula de diversión incluirá bañarse debajo de agua galardonada mundialmente. Todos los días, según el caudal del río, se confirma si se puede hacer o no esta excursión.
En cambio, si la tranquilidad y templanza es lo que busca el turista, puede optar por el Paseo Ecológico cuyo plan es navegar otras corrientes que esquivan los rápidos y permiten abstraerse en uno de los sueños en vida más lindos de todos. La medida justa de agua, verde y animales.
– Enamorarte de la Garganta del Diablo:
Seguramente nunca escuchaste esta premisa y menos que menos consideraste que se haría realidad. Pero dejanos decirte que si pasás por Iguazú vas a desbloquear el primer amor natural. Nada se le compara, ni siquiera estas palabras que buscan hacerle honor a la joyita de una de las siete maravillas del mundo, la mismísima Garganta del Diablo. Es un espectáculo hídrico y sincronizado que todos deberían tachar, al menos una vez, de sus pendientes viajeros. Exenta de descanso, pinta el cuadro perfecto las 24 horas del día.
¿Sus integrantes? La caída del agua a más de 80 metros de altura, el manto verde que la abraza, los arcoiris que aparecen por la tarde y las gotas de agua que se posan en las caras invitadas para recordarles lo chiquitas que son ante semejante energía.
¿A qué hora conviene conocerla?
Admirar las cataratas es dejar que la vida misma ponga un freno para sonreírle a uno de los paisajes más mágicos del país. Sin embargo, cuándo hacerlo, dependerá de los gustos de cada uno. Debajo lo mejor de cada horario:
A la mañana: Mientras más temprano, menos multitudes. Así que si esquivarlas es importante, es clave amanecer al alba para vivir esta experiencia en el primer turno del día. Al haber menos presencia humana y debido a los horarios que acostumbra la fauna se pueden avistar más animales. A esta hora el clima es más fresco, ¡genial para quienes huyen del calor misionero!
A la tarde: Es el momento donde los rayos de sol dan pie a la formación de colores sobre el agua. O mejor dicho, el instante más fotografiable del Parque: cuando aparecen los arcoíris en el paisaje. El recorrido puede empezar o terminar frente a la Garganta del Diablo. Hacerlo por la tarde es mejor si se quiere evitar comparar el resto de los saltos – increíbles, por cierto – con esta locura natural.
¿Qué equipaje deberías empacar?
No hay que olvidar ropa cómoda acorde a la aventura que representa recorrer las postales más alucinantes de Iguazú. Y, desde ya, unas buenas zapatillas para gastar entre senderos y delirios naturales. Ahora bien, si la idea es adentrarse en las aguas de la selva paranaense no hay que olvidar una muda de ropa extra. ¿Consejo? Que la primera muda – esa que se va a empapar con la fuerza de las cataratas – sea liviana (¡nada de jeans o joggins!). Lo cierto es que aunque parezca una obviedad, la ropa mojada pesa más y si la Gran Aventura es por la mañana, seguramente haya que cargar con ese equipaje durante el resto del día.
El clima es tropical serrano con estación seca y las temperaturas medias van de los 24ºC en verano a los 14ºC en invierno. Así que la cantidad de abrigo dependerá de la estación en la que se emprenda el viaje. Lo que hay que saber es que el sol de Misiones puede ser traicionero, así que una gorra será siempre la mejor compañera. Por la tarde bajan los grados así que no hay que olvidarse la campera o un buzito para disfrutar del camino sin problemas.
Por último, pero no menos importante, repelente y protector solar. Pues selva es sinónimo de biodiversidad, y los insectos no le escapan a la premisa.