A poco de inaugurarse la muestra «Juan Carlos Distéfano. La memoria residual» en el Museo Nacional de Bellas Artes, su curadora María Teresa Constantin nos cuenta acerca de los estudios y las esculturas que se presentan, de uno de los grandes escultores argentinos.
«Yo traté de ser pintor, pero cuando uno pasa a la tercera dimensión y toma la arcilla, creo que nunca más se puede dejar por el placer que resulta. La sensualidad que tiene el tocar la arcilla o la cera es algo totalmente distinto», expresó el artista argentino Juan Carlos Distéfano. A pocos días de inaugurar su muestra «La memoria residual» en el Museo Nacional de Bellas Artes, el escultor presentó una serie de piezas (19 en total), creadas entre 1972 y 2022, junto con 16 estudios que exponen el trabajo previo de algunas de aquellas obras.
Con curaduría de la historiadora y crítica de arte María Teresa Constantin, uno de los ejes que aborda la exhibición de estas esculturas tiene que ver con las pinturas del renacimiento italiano y alemán. Por ejemplo, como se comenta en el texto curatorial, “la torsión de un cuerpo, un ínfimo detalle al margen del motivo central o la acritud del espíritu de la tela generaron objetos escultóricos centrales en la producción de Distéfano”.
Existe también otro eje mediante el cual Juan Carlos Distéfano realiza una suerte de homenaje a artistas argentinos, como Lino Enea Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet y Enrique Policastro. De alguna manera, el escultor entabla cierto diálogo entre sus propias obras y las pinturas de aquellos artistas para reflexionar, a su vez, sobre cómo dar forma y volumen a la inspiración que encontró en esos lienzos.
Al respecto, Distéfano comentó: “Tengo un amor muy particular por Gómez Cornet. Me parece uno de los artistas más sinceros y profundos que tiene la Argentina. No es tan apreciado como debería ser, como Gramajo Gutiérrez, por ejemplo. Cuando yo estaba en la Escuela de Bellas Artes, Gramajo Gutiérrez nos ponía moldes de yeso para dibujarlos durante cuatro horas: una cosa bastante farragosa y aburrida. Después de las cuatro horas de estar sucios de carbonilla, hartos ya de dibujar el yeso, pasaba alrededor y repetía siempre la frase: ‘Y bueno, déjelo como cosa’. Nunca entendimos qué era dejarlo como cosa y nos burlábamos. Con el correr del tiempo, esa burla se transformó en un gran amor hacia él, porque es uno de los artistas más extraordinarios que dio la Argentina por su personalidad. Por eso yo quise hacer un homenaje, no a Gramajo porque no le doy la vuelta todavía, pero sí a Gómez Cornet”.
Muchas de las esculturas de Distéfano, además de la sensualidad en su forma que experimentó el artista a la hora de crearlas, también exhiben un fondo político y social que remite, incluso, a períodos muy oscuros de la historia argentina. Sobre este y otros temas, se refiere su curadora María Teresa Constantin.
-La muestra se compone de varias obras de distintas épocas. ¿Cómo ideó la curaduría para que estas continúen dialogando?
-En la base de esta exposición está una afirmación de Distéfano: “Yo quise ser pintor”, que no deja de sorprenderme. Es un escultor que siempre mira la pintura (también la escultura, pero menos) y se maravilla con un detalle, un color, una forma. Las obras exhibidas son un recorte muy preciso que elige mostrar esa memoria residual de su amor por la pintura. Algunas se muestran por primera vez, otras se han visto muy poco (la obra de Distefano se encuentra en colecciones privadas, salvo unas pocas en instituciones públicas, como el MNBA). Se trataba, entonces, de exponer esa idea de la memoria de las imágenes, pero en diálogos, contrapuntos o nuevos maridajes entre las obras. De allí surge el despliegue espacial de los trabajos: se buscan entre ellos, nuestro trabajo es ayudarlos un poco en ese encuentro, sin traicionar las intenciones del artista.
-¿Qué tipo de piezas son y cuáles destacaría de toda la producción de Distéfano?
-Para esta exposición seleccionamos, mediante un trabajo de equipo ya muy consolidado con Juan Carlos y Gabriela Vicente Irrazabal, aquellas en las que late, a veces muy secretamente, esa memoria de la historia del arte europeo o argentino. Para esta exposición, me gusta pensar en fuerzas generadas entre las obras más que individualmente. Por ejemplo, ese sector de la sala en la que están Salto, Persona, Mirando pasar me resulta particularmente conmovedor por esa especie de ascensión o equilibrio fallido que ensayan y su contrapunto, la caída, cercana espacialmente en la sala, de Icaro. En ellas hay formas, ideas y un ejercicio matérico –el uso diferenciado de polímeros sea poliéster reforzado o colado– que logra ese agrupamiento y permite ver el excepcional trabajo del artista.
-Estas obras, de distintas épocas como decíamos, ¿qué tipo de diálogos habilitan? ¿Qué pueden decirnos hoy a 50 años de su creación, en el caso de algunas de ellas?
-Efectivamente la exposición exhibe obras entre 1972 y 2022. Dos obras por ejemplo, Procedimiento de 1972 y Flotante de 1988, más allá de sus referencias a las imágenes –la primera a la Deposición de la Cruz, de Pietro Lorenzetti, en la Basílica de San Francisco de Asis; y la segunda al San Sebastián, de El Greco– son capaces de sintetizar el tema de la represión en la Argentina. Procedimiento a la dictadura iniciada por el General Ongania; y Flotante, a la práctica de arrojar cadáveres al río durante la última dictadura: una clase de historia en dos obras. Y, en gran parte de ellas, está la preocupación del artista por los problemas sociales, el abandono y olvido al que se somete a buena parte de los habitantes de este país.
-¿Cómo aparece la relación entre Distéfano y otros artistas de la historia del arte argentino en la exposición?
-Esta relación aparece en la serie de trabajos dedicados a homenajear a ciertos artistas argentinos, en la que pareciera existir un deseo más consciente en sus elecciones. Se trata de lo que llamo “pintores para pintores” –Lácamera, Cúnsolo, Gómez Cornet, Policastro o la serie de estampas de Spilimbergo– y su voluntad de realizar obras en las que aspectos que él admira en ellos esté presente: la austeridad de unos, el trabajo laborioso de otros, la economía de medios o bien las referencias políticas en tanto militantes o como denuncia de cuestiones sociales.
-En efecto, las piezas tienen una enorme remisión a la historia y política argentinas. Incluso, en relación con algunos de los periodos más oscuros. ¿Se podría decir que Distéfano es un artista comprometido como decía Jean-Paul Sartre?
-Me gustaría pensar a Distéfano más como Albert Camus que como Sartre. Un artista que ve los problemas de su época, asume su denuncia, pero desde una posición más libre, distante y crítica también de los dogmatismos. Quizás no casualmente su homenaje a Lacámera lo titula Solitario Solidario, tomado del cuento “El revés y el derecho”, de Camus.
-Una de las cuestiones que aparecen en las obras de Distéfano es su gran polisemia que, quizás, no sucede con otras obras. ¿Coincide con esta idea?
-Coincido. Creo que cada obra amerita detenerse en ella y descubrir la complejidad de sentidos que puede revelar, además de aquello que resuena o se activa en cada espectador por la experiencia individual que lo acompaña.
-¿Qué cosas tener en cuenta a la hora de recorrer la muestra para disfrutarla más?
-Creo que cada espectador encuentra el ritmo para ver las obras. Tal vez, en relación con lo dicho anteriormente, recomendaría prestar atención al conjunto, a los maridajes que se generan sin perder de vista lo ínfimo, la belleza de ciertos cuerpos, sus detalles, como así también las incrustaciones de lo real en el cuerpo de la obra y el sentido de esas incrustaciones en esa pieza en particular. ¡Hay muchos mundos por descubrir!
«Juan Carlos Distéfano. La memoria residual» puede visitarse hasta el 31 de julio en el Pabellón de exposiciones temporarias del Museo, de martes a viernes, de 11 a 20 h, y los sábados y domingos, de 10 a 20 h, con entrada libre y gratuita.
Sobre María Teresa Constantín
Es historiadora, crítica de arte, curadora, egresada de la Escuela del Museo del Louvre, París, Francia. Ha trabajado en museos de Francia, España y Argentina. Entre 2007 y 2020, fue directora artística del Espacio de Arte de Fundación OSDE, y desde 2021, desempeña la misma función en la Fundación ArtHaus.
Ha publicado libros, ensayos y artículos especializados, y ha sido docente invitada en universidades argentinas y del exterior.
En 2015, fue curadora del Pabellón Argentino en la Bienal de Venecia con la obra de Juan Carlos Distéfano. Tres años después, fue distinguida por la Embajada de Francia como Chevalier des Arts et des Lettres. Ha sido jurado en diversos premios a las artes visuales, entre otros, Banco Nación, Banco Central, Salón Nacional, Salón Nacional de Tucumán, Salón de Santa Fe, Salón de Bellas Artes de Tandil, UADE, Salón del Litoral y Premio Konex Artes Visuales.
En 2021, fue jurado del Premio Nacional a la Trayectoria Artística otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación. En 2022, ha sido convocada para conformar el comité científico de adquisiciones de obras para el Museo Nacional de Bellas Artes. Además, es miembro de CAIA (Centro Argentino de Investigadores de Arte) y de AACA (Asociación Argentina de Críticos de Arte).