Julián Varsavsky –cronista de viajes y columnista en Página/12 desde 1997- ganó el Concurso de Letras 2021 en categoría «non fiction» del Fondo Nacional de las Artes por su libro Viaje a los paisajes invisibles: de Antártida a Atacama. Esa crónica aun inédita -resultado de 25 años de trabajo en toda Sudamérica- está estructurada de sur a norte como un viaje entre los dos desiertos más resecos de la Tierra, pasando también por el patagónico, el puneño y el pampeano.
El Concurso tuvo 15 ganadores y 14 menciones para cinco categorías. En Poesía, se distinguió a Carlos J. Aldazábal (180 mil pesos), Marcelo Daniel Díaz (150 mil pesos) y Ana Lucía Cagnoni (100 mil pesos). Las menciones fueron para Estela Rosa Zanlungo , Daira Tais Sukni Campos, Julio Roberto Srur y Andrea Gabriela Rakovstky. En Novela ganaron Mirko Barreiro, Martina Antognini y Freddy Enrich García, con mención para Carlos Rafael Ávila Leandro. En Cuentos, el primer premio fue para Sonia Budassi, seguida por Matías Javier Alinovi y Diego Abel Rodríguez, con menciones para Andrés Buchbinder y Gabriela Larralde. El FNA decidió incluir por primera vez en este Concurso la categoría Novela Gráfica, que ganaron José Ignacio Echeverría, Alejandro Higinio Aguado y Lucía Natalia Martínez Mayer (menciones para José María del Valle Delgado, Guillermo Ernesto Monti, María Victoria Monté, Juan Pablo Figuerero y Nicolás Agustín Lepka. En No Ficción, además de Varsavsky, fueron distinguidos Néstor Sebastián Chilano, y Matías Hernán Raia y José Agustín Conde de Boeck (con menciones para las obras de Franca Beatriz Maccioni, Rafael Gerardo Arce, Rafael Pasman y Pablo Dacal.
En su libro, Varsavsky vuela en helicóptero a la inhóspita Península Mitre en Tierra del Fuego para ver el naufragio del Duquesa de Albany (1893). Luego parte hacia Antártida en barco con científicos ucranianos: la filosa atracción por el continente blanco será musa inspiradora a lo largo del libro. En Chubut se detiene en un episodio de En la Patagonia –libro de Bruce Chatwin- ubicando a una mujer que recibió al legendario viajero y quedó ofendida con él. En La Pampa se sumerge en la cultura menonita con el antropólogo Lorenzo Cañás Bottos, llegando a entender con sorpresa que, aquella aislada rama protestante, utiliza la mejor tecnología en lugar de rechazarla, según sus criterios religioso-productivos.
En la ciudad de Miramar, un azar colocó a Varsavsky frente a la mejor historia de su carrera: la del deportista Daniel “Peche” Pezzente, quien de niño vivió abandonado y casi aislado del mundo en el campo con sus perros. Un capítulo se detiene en la ciudad de Buenos Aires para un ejercicio semiológico de la mano del arquitecto Eduardo Masllorens -“tratando de ver lo que nunca vi, allí por donde siempre anduve”- a partir de la decodificación del lenguaje arquitectónico.
Un extenso capítulo, resultado de seis viajes, indaga en la provincia de Corrientes el sincretismo de la religiosidad popular: el autor pidió ayuda en la academia para interpretar por qué, en una sociedad “católica” los santos más queridos (San La Muerte y Gauchito Gil) son paganos, marcados por la influencia negra, criolla y guaraní.
En las provincias de La Rioja y San Juan, Varsavsky trepa en camioneta a las zonas más inhóspitas de los Andes hasta Chile por borroneados senderos: inspirado en la frase de Heráclito “la naturaleza ama ocultarse”, camina con biólogos y geólogos para intentar atravesar el “decorado del mundo”, allí donde la mirada no entrenada percibe montañas peladas o la nada misma. El periplo termina en el desierto de Atacama poblado por la historia de las momias de la cultura Chinchorro -más antiguas que las egipcias- y de tumbas recientes sembradas por Pinochet. Los Andes, el espinazo de esta crónica, son dimensionados desde la cosmovisión mapuche patagónica y kolla del norte argentino, desde la tectónica de placas geológicas y la biología evolutiva del cóndor. Este abordaje multidisciplinario une en lo metodológico todo el libro.
El viaje tiene derivas a Paraguay para conocer el presente de una colonia de “pura raza aria” fundada por Elizabeth Nietzsche en la selva, cuyos descendientes terminaron hablado guaraní. Y se ramifica hacia el salar de Uyuni en Bolivia tras las huellas de milenarias caravanas llameras con la interpretación del antropólogo Axel Nielsen. La parte sur del Qhapac Ñan -Camino Inca- es una ramificación del relato que se interna en las ruinas preincaicas de la ciudad de Tastil en Salta con el arqueólogo Christian Vitry para “leer” esa arquitectura y conectarla con la problemática aborigen actual. En Jujuy, el cronista sube a los Andes varios días a pie con 3000 músicos de bandas de sikuris en la procesión de Punta Corral, hasta un santuario signado por el sincretismo religioso: allí, bajo una cruz andina, subyace un apu energético a la Pachamama. Luego se interna en caseríos kollas aislados en las montañas salteñas a donde solo se llega caminando.
Cada historia de las tumbas y cenotafios que el viajero encuentra en el camino son otro eje: la de los bandoleros norteamericanos Wilson y Evans en Chubut, la del jujeño Antenor Sajama muerto en Malvinas, la del gauchito Gil, las de Ernest Shackleton y Robert Falcon Scott en Antártida, la del legendario caballo Malacara en Trevelin, la de los tres niños incas de Llullaillaco y la de un ignoto arriero con su osamenta a cielo abierto en los Andes riojanos. Las tumbas –algunas en plena nada- son un hilo subterráneo entre los capítulos, otro andar en lo intangible: esas historias son parte del paisaje. Los cuerpos están bajo tierra, agua o hielo -en desiertos, bosques, islas, montañas, mares y glaciares-, pero su pasado quedó en el ambiente y la memoria.
Para Varsavsky, el oficio de viajar para contarla se topa hoy con la imposibilidad de lo desconocido en un mundo ya descubierto. Pero ve en esto un convocante desafío: de lo que se trata en estas crónicas es de interpretar, de entrever lo soterrado en lo conocido. La clave estaría en lo punzante de la mirada y la capacidad para deconstruir la percepción primaria, indagando en el reverso. Por eso abreva también en la filosofía y la literatura.