Un equipo de especialistas del INTA Esquel -Chubut- promueve la conservación e implantación de ñire, lenga, coihue, ciprés y radal para recuperar los bosques andino-patagónicos, que fueron afectados por incendios en los últimos años. Gracias a la conformación de una mesa interinstitucional, lograron reimplantar alrededor de 530 hectáreas.

En 2015 se produjo un incendio en la Comarca Andina del Paralelo 42° con tres grandes focos en Cholila, El Desemboque y El Turbio, que se produjo por acumulación de combustible vegetal debido a la semillación histórica de la caña colihue, situación que no se daba hacía más de sesenta años. En esa oportunidad se quemaron alrededor de 40 mil hectáreas de bosques. Así, el INTA Esquel junto con otras instituciones, como la Secretaría de Bosques del Chubut, el Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP) y la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, sede Esquel, conformaron una mesa interinstitucional para avanzar en un trabajo de diagnóstico de los daños generados y diseñar un programa de restauración a diez años.

“Hay dos maneras de trabajar en restauración: una es pasiva, que consiste en que la naturaleza actúe por sí misma en la recuperación de los sistemas, con los tiempos naturales propios. Y la otra es la restauración activa que implica la intervención del hombre con actividades como la delimitación de las áreas más importantes, planificación y estudio, clausuras, plantación, etcétera”, detalló Víctor Mondino, especialista del INTA Esquel.

“El objetivo vital de la restauración de bosques es devolver al sistema las condiciones anteriores a los incendios, por eso trabajamos con especies nativas de la zona como el ñire, lenga, coihue, ciprés y radal”, señaló Mondino.

Con el foco puesto en la recuperación de esas especies, el especialista del INTA explicó que “el coihue, el ciprés y la lenga pueden vivir entre trescientos y quinientos años. Si la recuperación fuera sólo pasiva tendrían que pasar cien años para que esa zona dañada se recupere totalmente. En Cholila, plantamos ejemplares en 2016 en la zona quemada y hoy tienen entre cuatro y cinco metros de altura”.

“En Cholila, que es donde más tiempo llevamos trabajando, hay aproximadamente 32 hectáreas plantadas; en Aldea Atilio Viglione tenemos 30 hectáreas clausuradas, pero plantadas efectivamente hay tres hectáreas. En Corcovado están clausuradas unas 150 hectáreas producto de un incendio y llevamos unas 2 hectáreas aproximadamente reforestadas. En El Hoyo se han hecho más plantaciones demostrativas con la población. Mientras que en la zona de Cholila se superan las 500 hectáreas plantadas”, detalló Mondino.

Así, de un trabajo inicialmente técnico, que consistía en delimitar qué área se foresta, con qué especies, qué cantidades de plantas, de semillas y la calidad de esas semillas, se pasó a ver cómo sostener esas tareas en el territorio.

“Comenzamos a trabajar en capacitaciones vinculadas con la recolección de semillas y viverización de especies nativas, de las que participaron escuelas, vecinos, municipios y el Club Andino de Cholila, entre otros actores de las comunidades afectadas. En 2016 salieron las primeras plantas y, en 2017, pudimos empezar a abordar el trabajo de plantación de manera masiva”, recordó Mondino.

En 2016, en la zona de Aldea Atilio Viglione, una comuna rural a pocos kilómetros de Lago Verde en Chile y de Río Pico en Chubut, un incendio que arrasó con el bosque nativo en unas once mil hectáreas generó que productores locales formaron un grupo de restauración. Se articularon tareas de las fuerzas vivas de la comunidad y de las agencias de INTA Gobernador Costa e INTA Trevelin.

En 2021, en la zona de El Hoyo se quemaron veinte mil hectáreas. Sobre esa experiencia Mondino señaló: “Ese incendio tuvo un agravante porque se quemaron más de quinientas casas de lugareños, entre ellas, varias viviendas de compañeras y compañeros del INTA”. Y agregó: “En ese caso, el objetivo fue recuperar la zona, pero también empezar a trabajar con la comunidad en la apropiación y en incorporar el recurso bosque desde la perspectiva de cada persona o grupo de acuerdo con su interacción con el ambiente”.

En este sentido, Mondino indicó que esa tarea de extensión es la que se aborda de manera sistemática y tiene una impronta social que resulta muy importante. “El bosque es el mismo, pero el uso que le da cada persona es diferente, la mirada de cada grupo también. Y para cuidarlo es necesario hacer un abordaje con una visión social que involucre a la comunidad”, puntualizó.

La Comarca Andina abarca aproximadamente seiscientos kilómetros de territorio en los que se articulan los trabajos del INTA Esquel, Bariloche y sus agencias. Toda la zona cuenta con viveros en los que se reproducen especies nativas para las tareas de restauración: en el Campo Experimental General San Martín en el paraje Golondrinas, Bariloche y en Trevelin.

Además, hay espacios privados en El Hoyo, Lago Puelo y en Esquel, el vivero de la sede de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco con quienes se trabaja de manera articulada y que produce más de cien mil plantas por año.

En el INTA Trevelin funciona el Centro de Capacitación Integral (Cecain) donde se brindan capacitaciones en cosecha de semillas, viverización y plantación. Esta acción fomenta la conformación de viveros y equipos de trabajo en las escuelas y distintos grupos de la zona, potenciando el alcance de las tareas de restauración en el territorio.

Mondino destacó la calidad de la tarea interinstitucional que llevan adelante desde INTA Esquel, que además forma parte de la Red de Restauración Ecológica (REA) donde confluyen actividades de investigación y extensión, pero también inquietudes y propuestas de habitantes de las comunidades en las que se trabaja.