Una cita turística impostergable te espera en el interior de la ciudad que nunca duerme. Buenos Aires, la capital de Argentina, brilla con su inagotable luz, cultura y planes. Pero, además del movimiento característico de la urbe, su vida nocturna, pasajes secretos y adrenalina turística, a pocos kilómetros hay varios oasis teñidos de verdes, azules, marrones y amarillos. Un arcoíris que se descubre en un viaje al interior. Contrastes que encuentran versiones inéditas de naturaleza en su estado más puro. La Provincia de Buenos Aires es todo eso y más: estos son algunos de los paisajes que se revelan a horas del cemento.
Mar y dunas de arena
La combinación que genera una sensación de paz completa. Olas bailando al ritmo del viento, infinito azul, montañas de arena y un silencio que solo se interrumpe por el romper del oleaje en la orilla. Así es el escenario idílico que puede encontrarse a 320 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Inmensas playas se extienden a lo largo de la Costa Atlántica, ubicada al sudeste de la provincia. ¿Su temporada favorita? El verano, de diciembre a marzo. Apto para familias y grupos de amigos, miles de turistas locales e internacionales se acercan a las costas para disfrutar de la estación del calor como corresponde: traje de baño, sol calentando el cuerpo y zambullidas en el mar para refrescarse. Además de los atractivos naturales, las localidades explotan de actividades, fiestas, recitales y obras de teatro para terminar de cerrar la oferta turística como corresponde.
Algunos de los destinos más codiciados son Pinamar, Cariló, Villa Gesell, Mar del Plata, Necochea, Miramar y Pehuén-Có.
Serranías y altura
El lado alternativo que pocos conocen de la provincia. Porque, lejos de su aclamada fama pavimentada, Buenos Aires también es altura, sierras, caminatas bajo el rayo del sol, panorámicas espectaculares y elevaciones que alcanzan para acelerar las pulsaciones. Los recorridos serranos encuentran sus dos mejores versiones en Tandil y Sierra de la Ventana, los destinos estrella para este tipo de turismo.
Tandil es la ciudad más importante entre las sierras de Buenos Aires. A cuatro horas y media en auto, las elevaciones habilitan un sinfín de caminos de trekking para conocer el corazón de la urbe en su costado más agreste. Su principal encanto se percibe en el cerro La Movediza, donde se encuentra la Piedra movediza, una réplica de una pieza de 300 toneladas que se mantuvo en equilibrio al borde del cerro durante años. Además de ver este monumento natural que se convirtió en un ícono, también se consiguen grandes vistas de la ciudad. Pero, más allá de las panorámicas y la historia, hay otro imperdible tandilense que incluye una arista que jamás falla en Argentina: la gastronomía. El viaje por este lugar amerita degustar sus quesos y salames, conocidos a lo ancho y largo del país.
Sierra de la Ventana, por su parte, queda un poco más lejos de CABA (aproximadamente siete horas en auto) pero el regalo principal para quienes se acerquen a conocerla es el punto más alto de la provincia: el cerro Tres Picos, a 1240 metros sobre el nivel del mar. A 18 kilómetros del pueblo principal de la cadena montañosa se encuentra Villa Ventana, otra localidad que amerita una parada técnica por sus paisajes, arquitectura, bosques y cerros.
Bosques de flora autóctona
Un aroma fresco y aire puro que llena los pulmones. Así se siente caminar por los bosques bonaerenses: están cerca pero te trasladan a lugares remotos. Respirar en la Provincia de Buenos Aires tiene otro tinte si la bocanada se realiza cerca de espacios donde los árboles son protagonistas.
La Costa Atlántica, además de océano y arena, también esconde estas joyas naturales. Entre médanos y agua, Cariló se instala como uno de los balnearios más lindos de la zona. Su arquitectura de madera, calles de tierra y bosques vírgenes de altísimos pinos la posicionan a la cabecera si de arboledas se trata. Una inmensidad verde similar a un cuento se desprende del destino, que cada día cala más profundo en el corazón de los argentinos. Muy cerca de Cariló también están los bosques de Costa del Este, Mar de las Pampas y Costa Esmeralda. Todos cumplen con la premisa de una pausa a kilómetros del asfalto.
Por su parte, la ciudad de Mar del Plata también aloja su propio pulmón verde: el Bosque Peralta Ramos. Entre casas de té y cabañas, el espacio de 450 hectáreas creado por el hombre funciona como hogar de miles de aves y es ideal para una caminata a la sombra de los árboles.
Otros puntos para explorar las tonalidades verdosas son el Bosque Energético (Miramar), el Parque Miguel Lillo (Necochea) y Pehuén-Có (Coronel Rosales).
Campos con atardeceres de película
Cultura y costumbres se hacen presentes en uno de los planes más atractivos que ofrece la provincia: sus campos gauchescos que invitan a relajarse y conectar con las raíces. Amplias hectáreas de puro verde se transforman en la sede perfecta para degustar delicias locales, realizar cabalgatas por la zona, conocer la actividad rural y tomar un buen mate. El obsequio cuando finaliza el día es un atardecer empapado de naranjas que enceguecen. Las opciones de estancias y campos son muchas, y todas se encuentran a pocas horas de la ciudad capital.
San Antonio de Areco es uno de los pueblos más visitados por su fuerte impronta histórica, combinada con ríos, recursos naturales y campo. Pero otros destinos que cumplen con el cometido son Mercedes, Cañuelas, San Miguel del Monte, Lobos, Luján y Exaltación de la Cruz.
Ríos y cascadas para descansar y hacer deportes acuáticos
Un entorno natural propicio para quienes buscan un momento de calma con ruido de agua de fondo, pero también para aquellos que redoblan la apuesta con una pizca de adrenalina. Los ríos en la Provincia de Buenos Aires tienen doble personalidad y se adaptan a lo que el turista de turno necesita.
¿La estrella del recorrido? El Delta de Tigre. Con más de 350 ríos y arroyos – y a solo 40 minutos de CABA -, este conjunto de islas funciona como la escapada perfecta para absorber naturaleza cerca de la ciudad. El río Paraná es uno de los más caudalosos del mundo y, a lo largo de su trayecto, arrastra sedimentos que terminan formando bancos e islas. El resultado es el Delta del Paraná, que abarca 14.000 kilómetros cuadrados. La actividad clásica es navegar en una embarcación con el paisaje envolvente, pero siempre hay lugar para la aventura. Las prácticas de esquí acuático, navegación a remo, kayak y wakeboard son moneda corriente en la zona.
Pero hay un fenómeno todavía más mágico vinculado con el fluir del río. Una obra de arte que se caracteriza por su delicado ruido y su imponente cortina de agua. ¿Una cascada en la Provincia de Buenos Aires? La respuesta es sí, y se encuentra en Coronel Dorrego. La cascada Cifuentes es el salto de agua más alto de la provincia, oscilando entre los 5 y 8 metros de altura. Está sobre el Río Quequén Salado y el acceso es súper sencillo, con una caminata de baja dificultad de por medio. Una fotografía imponente que confunde provincia con Patagonia.