El diario estadounidense destacó la reapertura de algunos de los monumentos icónicos de la capital brasileña como uno de los estímulos para visitarla este año 

«Brasilia, capital de Brasil desde 1960, suele quedar eclipsada por destinos más ostentosos como Río de Janeiro y Bahía. Pero Brasilia, una ciudad planificada, famosa por sus edificios blancos, futuristas y modernistas que se elevan desde el altiplano brasileño, se está abriendo a nuevas formas. El Palácio da Alvorada, la residencia presidencial, que había permanecido cerrada a los visitantes durante una década, reabrirá sus puertas a principios de este año», resaltó el matutino en su sección “52 Places to Go in 2024” (52 Lugares para Visitar en 2024), en la cual ofrece un ranking de los destinos más interesantes del mundo para el año que acaba de comenzar.  

Según reseña el NYT, «otro cambio simbólico de la capital de Brasil es la reciente eliminación de las barreras que, desde 2013, rodeaban el Palácio do Planalto, la oficina presidencial, ofreciendo así un mayor acceso a sus espejos de agua reflectantes y arcos. El Planalto fue uno de los edificios gubernamentales asaltados por los partidarios del expresidente Jair Bolsonaro el año pasado. Su mayor accesibilidad supone un retorno a la visión original de los arquitectos de Brasilia, Oscar Niemeyer y Lúcio Costa, de una ciudad abierta e integrada», resalta la nota. 

Es cierto que Brasilia es diferente a otras ciudades: es la única capital moderna a la que la Unesco ha concedido el título de Patrimonio de la Humanidad, y a pesar de ser tan joven, cuenta con excelentes restaurantes, diversidad cultural, arquitectura inigualable, reservas forestales con hermosas cascadas y, por supuesto, la historia política del país al alcance de cualquiera de sus visitantes. 

La capital, con sus líneas simples y sus monumentos, es un contraste de hormigón y naturaleza. Dos líneas en forma de cruz fueron el trazo inicial del Plano Piloto, la región central de la ciudad donde se concentran los tres poderes del Estado. Diseñada por Lúcio Costa y proyectada por Oscar Niemeyer, Brasilia vio la luz en 1960 de la mano del entonces presidente Juscelino Kubitschek. Construida en sólo 1.000 días para convertirse en la nueva capital (en sustitución de Río de Janeiro), sorprendió por el modernismo de su trazado y sus edificios. 

Saber que la capital sigue una lógica numérica y geográfica es el punto de partida para entenderla. El siguiente paso es aprender que todo allí gira en torno a los dos ejes principales (como un avión), que forman el cuerpo del Plano Piloto. La estación de ómnibus (Rodoviária), en el Eje Monumental, es el centro del plan y, a partir de ahí, las direcciones se van numerando, tanto de norte a sur como de este a oeste.  

En Brasilia, los edificios no tienen rejas y no hay calles residenciales, sólo manzanas. SQN, SBS, CLS y W3 son direcciones muy comunes para sus habitantes, pero extrañan a quien visita la capital por primera vez. Para empezar a descifrarla, en sólo una hora cualquier turista puede recorrer todo el Eje Monumental, que incluye los edificios del Congreso Nacional, el Palacio de Itamaraty, la Catedral, el Palacio del Planalto, la Plaza de los Tres Poderes, el Museo de la República, la Torre de TV y el Memorial JK. 

El encanto de la ciudad, sin embargo, se complementa con el interior de sus cuadras residenciales, sus amplias zonas verdes, sus múltiples espacios culturales y deportivos, bares y restaurantes acogedores, todos custodiados por su centinela de agua, el Lago Paranoá.