En plena temporada de esta fruta, el Senasa explica sobre su producción y controles que atraviesa, y brinda consejos para adquirirla.

La uva de mesa es esa golosina natural que podemos encontrar en el mercado para su consumo fresco hasta el mes de mayo. Esta fruta dulce y ovalada posee propiedades nutricionales destacables: contiene vitamina C y minerales como potasio, hierro, calcio y fósforo. En Argentina, la temporada de cultivo abarca desde la floración en el mes de octubre hasta el cultivo durante el mes de febrero.

La uva es el fruto de la vid o parra, cuyo nombre científico es Vitis vinifera, una planta semileñosa y/o trepadora que cuando se deja crecer libremente puede alcanzar más de 30 m pero que, al podarla anualmente, queda reducida a un pequeño arbusto de 1 m. Esta fruta no solo es comestible sino que sirve como materia prima para la fabricación de vino y otros productos derivados.

El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) recomienda la ingesta de esta pequeña fruta de la producción nacional –cuyo cultivo controla en cuanto a sanidad, inocuidad y calidad–.

Las normas elaboradas por el organismo sobre buenas prácticas agrícolas e higiene para frutas y hortalizas favorecen que este producto inocuo –cultivado en forma segura, cuidando el ambiente y la salud de los trabajadores– llegue a personas consumidoras alrededor del mundo.

Regiones

La superficie de vid de la República Argentina registrada es de más de 200.000 ha. y su producción anual de la fruta sobrepasa las 2.400.000 toneladas. Hay 18 provincias argentinas que registran superficie cultivada de vid: las principales productoras son Mendoza (más de 1.500.000 toneladas anuales), San Juan (más de 500.000 toneladas anuales), La Rioja (más de 80.000 toneladas anuales), que junto a Salta, Catamarca, Neuquén y Río Negro, concentran aproximadamente el 99% de la superficie de vid del país; el restante 1% se distribuye en 11 provincias: La Pampa, Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Jujuy, Misiones, Santiago del Estero y Santa Fe.

Los programas nacionales de Control y Erradicación de las Moscas de los Frutos (Procem) y de Prevención y Erradicación de Lobesia botrana del Senasa trabajan en estas regiones para reducir el impacto socioeconómico ocasionado por estas plagas en la vid, a través del monitoreo, la prevención y el control.

Variedades

Una de las ventajas argentinas en la producción de uva de mesa es que puede ofrecer una misma variedad en distintas épocas, ya que el cultivo se realiza en regiones con diferentes características climáticas, lo que da una amplitud de oferta en el tiempo que no pueden lograr la mayoría de los otros países productores.

El 92,1% de la superficie de vid del país corresponde a variedades aptas para elaboración de vinos y mostos, el 5,7% a variedades aptas para consumo en fresco y el 2,1% a variedades aptas para pasas

Las principales variedades destinadas a consumo en fresco son las uvas blancas sin semilla (especialmente la variedad Superior Seedles), las rosadas con semillas (en donde predominan las variedades Flame Seedless y Red Globe), las dulces de color rojo violáceo intenso (Cardinal) y la cereza (es un cepaje de mesa que se suele comercializar en mercado interno).

Sugerencias

El Senasa ofrece algunas recomendaciones para que las personas en Argentina realicen una buena elección a la hora de comprar uvas:

Los racimos deben ser macizos y los frutos firmes.

Al elegirlas se debe agitar el racimo muy suavemente; si cae alguna uva quiere decir que está demasiado madura.

Quien tenga una parra en su casa, no la deje con fruta porque sirve de refugio para la plaga Lobesia botrana. Utilice los frutos de los parrales para dulces o jugos, evite secar las pasas de uva en planta. Lave las tijeras y envases utilizados en la poda. Además, no deje fruta en el suelo ya que puede favorecer el desarrollo de otras plagas como la mosca de los frutos.
 
En definitiva, el Senasa recomienda que las personas consumidoras aprovechen la temporada y elijan este fruto variado y delicioso que, gracias a los controles del organismo, llega a las mesas acompañado de la inocuidad, la calidad y la sanidad, necesarias para alimentar y seguir desarrollando esta cadena frutícola.