La belleza natural de Argentina no tiene límites. Desde los mares de piedra que susurran historias ancestrales hasta los saltos de agua que desafían la gravedad, nuestro país es un tesoro inagotable de maravillas ocultas. Aunque muchos creen conocer cada rincón de Argentina, aún hay un vasto territorio por explorar, un territorio que alberga secretos naturales guardados.

1) Arroyo Turquesa, San Juan

Un color intenso que regala tonalidades celestes. Una provincia que infla el pecho con imperdibles y joyas secretas. Un paisaje circundante repleto de montañas que contrastan con el matiz turquesa. Así es este tesoro escondido en la provincia de San Juan: único, imponente y -muy- codiciado. El arroyo está emplazado a casi 4000 metros sobre el nivel del mar, en plena Cordillera de La Ramada y abrazado por una de las cinco cumbres más altas de todo el continente: el Cerro Mercedario. Ahora, ¿por qué el fluir del agua adquiere esa colorimetría? Principalmente debido a los minerales a los que está expuesta en su recorrido, donde predomina el cobre. La particularidad es que no solo tiñe el agua, sino también las rocas que descansan en el fondo del arroyo. El resultado es una postal digna de cualquier red social donde la estética es condición. 

.

Para poder conocer el Arroyo Turquesa el acceso es únicamente a pie, a través de un trekking de cuatro horas de ida y dos de vuelta. La dificultad es normal, pero requiere de una buena preparación física para poder vivirlo sin muchas complicaciones. La buena noticia es que la retina de los ojos captan la escenografía y todo valdrá la pena. 

2) Campo de Piedra Pómez, Catamarca

Infinitas olas blancas petrificadas se instalan en un campo gigante de más de 75 mil hectáreas. El Campo de Piedra Pómez es un Área Natural Protegida ubicada a 530 kilómetros de la capital de Catamarca. Y es uno de los destinos más mágicos que se encuentran en el país del Fin del Mundo. El motivo es muy sencillo: es un mar de rocas blancas a más de tres mil metros de altura, con formas pautadas por la actividad volcánica de la zona hace miles de años. Los colores varían de blanco a rosa claro, grises y algún que otro rojo. El aspecto extraterrestre se mantiene como condición y es una de las cosas que más capta la atención de locales y turistas. 

.
3) Cuevas de Acsibi, Salta

Las formaciones rocosas naturales que todo aficionado a la naturaleza debería conocer. La provincia de Salta guarda una carta muy especial para jugar: un paraíso rojizo en plenos Valles Calchaquíes. Declarada Área Protegida, visitarla depende necesariamente del ingreso con un guía especializado y con conocimiento. El comienzo del recorrido es en la Hostería La Enramada, al lado de la Finca Montenieva y a siete kilómetros de Seclantás. Los viajeros se suben a camionetas 4×4 en primera instancia, para después caminar unas cuatro horas en pleno paisaje marciano, atravesando cañones y formaciones. Incluso es posible ver arte rupestre grabado en las paredes, que data del año 200 antes de Cristo y pertenecen a la cultura kakán.

.
4) La Payunia, Mendoza

Un parque volcánico formado por más de 800 volcanes. Demás está decir que es uno de los parques con mayor concentración volcánica de todo el planeta. La Payunia, se encuentra en Malargüe, a casi 300 kilómetros de la capital de la provincia de Mendoza, se impone como un destino alternativo que tiene ganas de pelear el podio para estar en el radar más amplio de aquellos que viajan regularmente. Al margen de su relevancia volcánica, el telón de fondo es un intenso color oscuro -entre negro y rojo- que bordea laderas de elevaciones rocosas, transformándolo en un paisaje imponente y poco común. 

.
5) La Meseta de Somuncurá, Río Negro

Un rincón agreste esculpido por la acción volcánica a lo largo de 40 millones de años se alza como una isla solitaria en medio de la vasta estepa, ofreciendo uno de los panoramas más espectaculares de la región patagónica. La ventana ideal para descubrir la Meseta de Somuncurá se abre de octubre a abril, cuando el paisaje se transforma en una paleta de colores que hipnotiza. Pero acceder a este reducto natural no es tarea fácil: sus características geográficas y el clima extremo en ciertas épocas del año exigen vehículos 4×4 y la guía experta de baqueanos locales que conocen el lugar. Una vez ahí, se pueden hacer excursiones a caballo, safaris fotográficos, avistaje de aves y caminatas por la zona. Incluso ascendiendo hacia la planicie que corona la meseta también se pueden ver lagunas temporales, producto de las lluvias y nevadas, con colonias de flamencos y otras aves. El suspiro llega cuando se arriba a la cima: un paisaje donde el silencio es la premisa básica y el horizonte es infinito. 

.

La cultura local se convierte en el compañero de viaje ideal, ofreciendo la posibilidad de alojarse en estancias y casas de familia. Hospitalidad y gastronomía regional asegurados.

6) Salto Encantado, Misiones

Un espectáculo aguarda a quienes buscan aventuras inolvidables en la selva misionera. Un paraíso escondido, donde la naturaleza despliega su grandeza entre agua y vegetación exuberante. Enclavado dentro del Parque Provincial, el protagónico del salto de 64 metros de altura es innegable. El verde combina a la perfección con el agua cristalina, y el rugir de la caída es realmente imponente. Pero al margen de la cascada, también se despliegan un sinfín de senderos y miradores estratégicamente ubicados para disfrutar de la flora y fauna del lugar. La apuesta se redobla con la posibilidad de acampar bajo las estrellas y pernoctar en una experiencia de camping que convierte la noche en un cuadro de constelaciones y sonidos selváticos.

.

Para los amantes de las aves, este paraíso se convierte en un escenario vibrante donde colibríes y pájaros de colores deslumbran con su plumaje. Además, hay un área de servicios, estacionamiento, wifi, un restaurante, proveeduría y hasta un local de venta de artesanías. Por último, una vez al mes el parque se transforma en un teatro cósmico para aquellos que desean explorar más allá de la cascada y la selva. El astroturismo «Cielo Guaraní» invita a descubrir la cosmovisión del pueblo Mbya Guaraní sobre el cielo nocturno. Una experiencia única que conecta con las estrellas de una manera que va más allá de lo tangible.

7) Termas del Río Jordán, Jujuy

El corazón de la selva de yungas jujeña aloja un espectáculo para todos los sentidos. Múltiples pozos naturales, con profundidades que alcanzan los 3 metros, desfilan como joyas esmeraldas enclavadas en el paisaje exuberante. ¿El color predominante? Un celeste verdoso, fruto de las abundantes concentraciones de azufre y minerales. Bañarse en sus aguas permite relajarse y dejarse llevar por la calidez de casi 30 grados centígrados, habilitando que el cuerpo absorba las propiedades benéficas que desprenden. 

.

En las termas la naturaleza se presenta en su máximo esplendor, creando un oasis de serenidad donde la belleza se fusiona con la tranquilidad. Un rincón mágico donde el agua cristalina se convierte en el hilo conductor que conecta con la esencia auténtica de Jujuy. 

Tip: si viajás a conocer este sitio increíble, recordá que la visita siempre es con guía turístico.

8) Cono de Arita, Salta

Una pirámide natural que alcanza los 200 metros de altura y se posiciona como uno de los grandes misterios de la naturaleza en la provincia de Salta. Emplazado en pleno Salar de Arizaro, el tercero más grande de Sudamérica y a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, es un monumento geológico de aspecto casi surrealista. Lo llamativo es su perfecta forma cónica, que está compuesta por una fusión de rocas volcánicas y sal. Como dato curioso -y a raíz de los vestigios descubiertos en la zona-, se especula que el Cono de Arita fue un centro ceremonial en tiempos preincas, donde se realizaban rituales en homenaje a la Pachamama. 

.
9) Salto del Agrio, Neuquén

En el corazón de la naturaleza salvaje de Caviahue se despliega un espectáculo visual que roba el aliento: el Salto del Agrio, una cascada imponente alimentada por las aguas cristalinas del río Agrio que descienden desde las alturas montañosas de la región. El salto de agua, con una caída de más de 80 metros, pinta el paisaje con una paleta vibrante y única teñida de montañas ocres, naranjas, amarillos, rojos y verdes. La magia de estos colores es un regalo de la composición mineral de las aguas, cargadas con hierro y azufre, esculpidas por la actividad volcánica de la zona en el pasado.

.
10) Cerro Alcázar, San Juan

Un tesoro geológico que cautiva la mirada y enciende la curiosidad. Esta maravilla natural, con sus formas y colores extraordinarios, fue designada como Monumento Natural de la provincia de San Juan, un reconocimiento a su singularidad paisajística y geológica. Con una extraña forma que desafía la norma y un colorido que parece sacado de un lienzo, el Cerro Alcázar se convierte en una parada obligatoria para quienes exploran la zona. Su historia geológica se remonta a los albores de la era mesozoica, cuando materiales sedimentarios comenzaron a esculpir este monumento natural. La paleta de colores que pinta la montaña es un testimonio de los sedimentos de la edad Triásica, creando una obra maestra visual. 

.

Fotos: Visit Argentina