En esta nota, un repaso por la obra del fundamental poeta y periodista argentino. Además, el relato de su crimen y el de su pareja, Alicia Raboy, y un texto especialmente escrito por su hija Ángela.

“‘Poética’, en griego, quiere decir ‘acción’, y en ese sentido no creo que haya demasiadas diferencias entre la poesía y la política….Por la poesía, por la necesidad de usar las palabras en toda su precisión y significación he llegado al tipo de militancia que ahora tengo. Los compromisos con las palabras llevan o son las mismas cosas que los compromisos con las gentes…”, decía en 1973 Francisco “Paco” Urondo, poeta y militante asesinado durante última dictadura cívico-militar el 17 de junio de 1976.

Urondo había nacido el 10 de enero de 1930 en la ciudad de Santa Fe y cuando lo mataron de un culatazo en la cabeza ya era un escritor, periodista y guionista de televisión reconocido.

Escribió nueve poemarios, entre ellos, La Perichole (1954), Breves (1959), Adolece/r (1968), Poemas póstumos (1972) y el reconocido Del otro lado (1967). Además, produjo dos libros de cuentos (Todo eso (1966) y Al tacto (1967), varias obras de teatro, la novela Los pasos previos (1972) y los guiones de cuatro películas, entre ellos, Pajarito Gómez, El ABC del amor y Turismo de carretera, todas de Rodolfo Kuhn.

A los 27 años fue nombrado director de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral y un año después, director General de Cultura de su provincia. Con la llegada de Héctor Cámpora a la presidencia del país en 1974 fue designado director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Su atractiva pluma condensa las influencias de la época: escueta, simple, coloquial, con temas ligados a lo cotidiano y un creciente interés por la política. Paco Urondo es sin duda una de las figuras más relevantes de la cultura argentina del siglo XX, vinculado a la vanguardia poética de la década de 1950 y al nuevo periodismo de los años 60, del que fue un referente. Escribió en los diarios y semanarios Primera Plana, Confirmado, La Opinión y fue secretario de Noticias, vinculado a la agrupación Montoneros de la que también era miembro.

En 1973 fue apresado por la dictadura comandada por Alejandro Agustín Lanusse y allí compartió cárcel con los sobrevivientes de la Masacre de Trelew: María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar. Un día antes de ser liberados gracias a una movilización, el 24 de mayo de 1973, grabó en una celda de la prisión de Villa Devoto una meticulosa entrevista que se convirtió en La Patria fusilada, un libro urgente donde el entrevistador comprometido no descuida el valor testimonial.

El fatídico 17 de junio de 1976, Paco fue emboscado en Mendoza junto con su pareja Alicia Raboy, también periodista del diario Noticias, su hija Ángela (de tan solo 11 meses) y una compañera de militancia, Renée «la Turca» Ahualli.

Luego de ser perseguidos a los tiros, el auto en el que viajaban chocó y Paco les miente a sus compañeras que había tomado una pastilla de cianuro para que escapen. La patota lo detiene y lo asesinan a golpes. Alicia llegó a entregar a la bebé a un vecino, pero fue atrapada por policías de civil, llevada al D2, el centro clandestino más grande de la provincia. Continúa desaparecida hasta hoy.

Ángela fue finalmente secuestrada por los represores y luego llevada a la Casa Cuna donde la familia de su mamá la encontró un mes después. Fue dada en adopción a unos primos, quienes le negaron la identidad de su familia hasta los 20 años, cuando se reencontró con su hermano Javier.

En diciembre de 1976, la dictadura secuestró y asesinó a la hija mayor de Paco, Claudia Urondo, y a su esposo, Mario Koncurat.

Renée alcanzó a huir y fue quien testificó en los juicios de lesa humanidad en 2011 para que se conociera esta historia. El excomisario inspector Juan Agustín Oyarzábal, el ex oficial inspector Eduardo Smahá Borzuk, el exsubcomisario Alberto Rodríguez Vázquez, el exsargento Celustiano Lucero y el exteniente Dardo Migno fueron condenados por delitos de lesa humanidad contra 24 personas en Mendoza, entre ellas, Francisco Urondo y Alicia Raboy.

“Del otro lado de la reja está la realidad, de este lado de la reja también está la realidad; la única irreal es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien si pertenece al mundo de los vivos, al mundo de los muertos, al mundo de las fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción”

Del poema La verdad es la única realidad, Cárcel de Villa Devoto, 1973.

La hija del escritor, Ángela Raboy Urondo, reflexiona en este texto sobre la fecha, sus padres y sobre las y los niños que fueron víctimas de la última dictadura cívico-militar.

«17 de Junio, una fecha que se instala en recuerdo del poeta militante asesinado por la dictadura. Este hecho emblemático (uno de treinta mil) se mantiene en la memoria colectiva de manera excepcional, porque Paco Urondo era y sigue siendo, una persona pública reconocida – además de que era un hombre mayor que a sus 46 años doblaba en edad al promedio de los militantes y los desaparecidos-. Pero ese día en que mataban a Paco Urondo, mataban a mi papá. El que me acunaba y me cantaba canciones. Lo mataban delante mío, mientras se llevaban a mi mamá arrastrándola de los pelos, quién sabe a dónde. Sólo lo saben quiénes se la llevaron.

Alicia Cora Raboy se llamaba mi madre. Tenía 28 años, militaba y era periodista. Está desaparecida desde ese mismo día, fue secuestrada por la misma patota, durante el mismo operativo, en el mismo lugar. Pero no se la nombra. La llevaron al D2 y ahí su rastro se pierde, no sabemos más. A diferencia de Paco -que sabemos cómo y por quiénes fue asesinado- ella sigue siendo una incógnita abierta y por lo tanto es importante mencionarla, incluirla, no borrarla del relato, recordar… porque el 17 de Junio, en ese operativo pasaron muchas cosas, no solo mataron a Paco.

En la persecución nos balearon a lo loco, durante cuadras y cuadras, minutos y minutos de tiros y tiros. Le dieron un par de balas en las piernas a la Turca, una de las compañeras que estaba ahí.

Pero no solo quienes íbamos en ese auto emboscado fuimos receptores de la violencia policial, todos aquellos que estaban en el camino y presenciaron el ataque brutal también fueron receptores del terrorismo de Estado. Cuando hay víctimas fatales es difícil ver más allá, pero es necesario. Pensar más allá del testimonio, del desahogo y analizar, encontrar palabras para decir lo ocurrido, entender su contexto y magnitud. Ser parte y encarnar una voz generacional, colectiva. Incluirnos, visibilizar lo ocurrido a las infancias en dictadura.

‘Delincuente subversivo fue abatido. Usaba un bebé como escudo’. Ese texto fue redactado en un comunicado por Luciano Benjamín Menéndez y publicado en los medios al día siguiente de nuestro secuestro. Ese bebé soy yo. Un bebé convertido en escudo receptor de las balas represivas; toda una confesión.

No me considero una víctima, soy una sobreviviente orgullosa. Pero ese día, ese 17 de Junio de 1976 y durante casi un mes, me hicieron víctima. Fui secuestrada. Conocí la tortura. Tenía 11 meses, todavía lactaba. Algo fundamental se rompió. Perdí todo, desde la teta hasta el nombre, por 20 años. Mi hogar, mi familia, mi identidad cambiada. Crecí sin saber, sabiendo. Soñaba lo que mi memoria inmadura tenía guardado. Soñaba los sitios que habité durante mi secuestro. Sin entender lo que sin embargo recordaba. Lo que me pasó a mí, no fue algo especial, una excepción, un error o un exceso, fue parte de una metodología. Unos 15 niños estuvieron secuestrados en el mismo centro de tortura que yo. Algunos de ellxs no están vivxs para contarlo y dar testimonio de sus infancias en dictadura. Por todo esto, los 17 de junio significan para mí mucho más que el recordatorio del asesinato del poeta Paco Urondo. No le faltarán plumas, ni Urondólogos.

Para mí, es un día doloroso, de pérdida y derrota, de resignificación y de lucha. Yo, en esta fecha, necesito correrme del lugar común, de lo ya establecido, ir más allá, hablar de todo lo demás, nombrar a los muertos, asesinados y desaparecidos anónimos, que no tienen lugar en las marquesinas de la memoria colectiva. Salir a la calle. Tomar aire. Gritar fuerte. Respirar.»

Fuentes: Télam, Infobae, Fondo de Cultura Económica, Agencia Paco Urondo.